Parecía que habíamos aprendido la lección: los mandatarios habían visto que los jóvenes no quieren que se les hable de puro y mero sexo. Aun sin saber del todo qué conlleva el sexo, saben de memoria que es mucho más que genitalidad. Pero el gobierno español todavía no ha llegado a la conclusión más lógica: que, a la hora de hablar de lo relacionado con el sexo, hay que tener en cuenta este sano cambio de sensibilidad. Los jóvenes no somos carne: y no todo es "culo veo, culo quiero". Yo sé lo que me conviene: que me hablen de amor, y no de sexo. Y el gobierno no tiene ni idea. O eso parece. Ni es su función, por cierto.
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