Aunque no me gusta en absoluto, hoy, gracias a Dios, vuelve a llover. Y digo gracias a Dios en el sentido acostumbrado y en el sentido propio: no como mero decir. Ya sé que hay borrascas, y agua en el mar, y presiones, y evaporaciones. Pero es que tiene gracia que, al final, dependamos de no sé sabe qué, o Quién, para lo más fundamental. No llueve cuando quiero, y mucho menos cuando quieren los políticos. Como tampoco nacemos cuando queremos, ni pensamos como queremos, ni entendemos cuando queremos, ni muchas otras cosas, que nos vienen dadas. Ante eso, o la casualidad absurda -y un posible final trágico a lo Sartre- o el misterio, reservado a lo que toca, y no a todo lo que uno desconoce por vago o poco preparado.
Alguno opinará, al leer estas líneas, que soy un ingenuo. Pero, sí, prefiero ser un "ingenuo" y vislumbrar el misterio -que es Dios quien, en última instancia, y también en primera, rige el mundo- que tener que sacarme de la manga cosas como "la oscilación primaria de la nada" y derivados pseudocientíficos y nada filosóficos para intentar dar una explicación, impersonal e ininteligible, al mundo en el que estamos.
Sea como sea, llueve: alegrémonos.
Comentarios