Llevaba tiempo pensando una manera precisa de decirlo, pero no la encontraba. Me refiero a la imperiosa necesidad que tienen los gobiernos como el nuestro de legislarlo absolutamente todo: ¡hasta han puesto carteles de "dejar salir antes de entrar", con lo evidente que resulta! Mi rígida y ahogante educación cristiana, como algunos quieren mostrarla ahora, me lo enseñó desde niño: primero, los demás. Pues bien, hoy, leyendo uno de los relatos del Padre Brown, de Chesterton, la he hallado, en boca de un herrero: "no hay nadie más legalista que un laicista". Es exactamente así. ¡Como si lo no escrito no obligara antes y mejor que lo dictaminado desde el exterior y, frecuentemente, lo superfluo!
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