Ayer estuve un rato hablando con un sacerdote amigo mío. En un momento de la conversación, me explicó cómo, en determinadas ocasiones, recibe saludos poco ortodoxos por la calle, acompañados, por lo general, de gritos. Otros salutantes blasfeman abiertamiente al verle pasar, supongo que haciendo uso de su libertad. Luego, la conversación tomó otro camino más amable hasta que nos despedimos. Yo pensaba, aunque no se lo dije, que aquellos garrulos tal vez no han aprobado la Educación para la Ciudadanía. Ahora que comienza el curso, tal vez tengan una segunda ocasión. Lo digo por ser positivo.
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