Política, ética y religión

Todos sabemos que Benedicto XVI ha visitado Reino Unido recientemente. Tenía la impresión de que pocos sabían a qué había ido. Me llamó positivamente la atención leer un artículo editorial de La Vanguardia en que se daban las claves para entender la indiscutible importancia de dicha visita.
He leído y releído, a eso invitaba también este diario, la intervención papal en el histórico Westminster Hall, ante diversas personalidades de la sociedad civil. Lo diré claramente: cómo echo de menos en nuestro país lo valiente, agudo, sincero y sugestivo de su análisis. ¿Por qué nos cuesta tanto preguntarnos, como hace él, por el punto central de esta cuestión: ¿dónde se encuentra la fundamentación ética de las deliberaciones políticas?
No hay excusa ya para conocer qué significado y campo hay que darle a los católicos, o creyentes en general, en la vida pública. Las normas objetivas para una acción justa de gobierno son accesibles a la razón, prescindiendo del contenido de la revelación. Por eso, el papel de la religión en el debate político no es proporcionar normas, ni proponer soluciones políticas concretas. Eso está totalmente fuera de la competencia de la religión. Se trata de, como dice él, "ayudar a purificar e iluminar la aplicación de la razón al descubrimiento de principios morales objetivos". En fin, me sumo a la recomendación de este diario de leer el discurso, ahora que se acerca su visita a Barcelona.

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