En la riquísima ceremonia de la dedicación de la Sagrada Familia, tan cargada de profundos signos, como el templo mismo, unas monjas limpiaron el altar después de su unción con óleos.
Me parece que decir que es lo único que hicieron las mujeres en la ceremonia es hacer patente la poca atención en la misma. Cientos de ellas cantaron, o sea, rezaron dos veces, la decir de San Agustín; una leyó la primera lectura: proclamó nada más ni nada menos que la Palabra de Dios, que el mismo Gaudí tuvo como inspiración; otras llevaron al altar las ofrendas de las que saldría el Cuerpo de Cristo. Pero, además, como por el momento no lo he leído en el diario, me gustaría decirlo. El altar, como recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica, que de ella hablamos, "es el símbolo de Cristo mismo" (CEC, 1383). Por eso, una vez consagrado, el celebrante lo besa al comenzar y acabar la Misa. Pero, antes, hay que ungirlo con óleo, que es como en el Antiguo Testamento se coronaba a los reyes del pueblo de Israel. Y puesto que Cristo proviene del griego "Christós", ungido, que en hebreo es "messiah", ya tenemos el círculo cerrado: el altar empieza a representar a Cristo una vez se unge. Pero la simbología tiene todavía más, y es un acierto papal que está, dada la gran ignorancia religiosa, al alcance de poca gente. Las primeras personas que estuvieron en contacto con el cuerpo de Cristo después de su muerte, y lo lavaron para enterrarle, fueron su madre y otras mujeres. Después, al tercer día, fueron las primeras testigos -testigos inútiles para la ley de entonces, cosa que, por cierto, el cristianismo se encargaría de cambiar- que anunciaron su resurrección, al ir a embalsamar y limpiar el cuerpo de Cristo, a ungirlo de nuevo. Dicho esto, pregunto abiertamente, porque nadie parece haberlo pensado: ¿de verdad pensamos que esas mujeres, monjas consagradas a Cristo, no pensaron en que estaban limpiando al mismo Cristo al realizar ese servicio a la ceremonia? Pues eso es que no conocen a las monjas. Me parece muy lógico, pero es erróneo, que algunas personas juzguen con su criterio no cristiano a la Iglesia. Pero hay que darse cuenta, por lo menos, de que hay otras maneras de juzgarla: la de la Iglesia misma. Más todavía: no se entiende de otra manera. ¿Quién ha preguntado a las monjas qué les pareció su acción? Una monja sabe perfectamente, como cualquier católico, que servir no sólo no es degradante, sino que es imitar perfectamente a su Maestro y Esposo, que "no vino a ser servido, sino a servir" (Marcos 10, 45).
Me parece que decir que es lo único que hicieron las mujeres en la ceremonia es hacer patente la poca atención en la misma. Cientos de ellas cantaron, o sea, rezaron dos veces, la decir de San Agustín; una leyó la primera lectura: proclamó nada más ni nada menos que la Palabra de Dios, que el mismo Gaudí tuvo como inspiración; otras llevaron al altar las ofrendas de las que saldría el Cuerpo de Cristo. Pero, además, como por el momento no lo he leído en el diario, me gustaría decirlo. El altar, como recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica, que de ella hablamos, "es el símbolo de Cristo mismo" (CEC, 1383). Por eso, una vez consagrado, el celebrante lo besa al comenzar y acabar la Misa. Pero, antes, hay que ungirlo con óleo, que es como en el Antiguo Testamento se coronaba a los reyes del pueblo de Israel. Y puesto que Cristo proviene del griego "Christós", ungido, que en hebreo es "messiah", ya tenemos el círculo cerrado: el altar empieza a representar a Cristo una vez se unge. Pero la simbología tiene todavía más, y es un acierto papal que está, dada la gran ignorancia religiosa, al alcance de poca gente. Las primeras personas que estuvieron en contacto con el cuerpo de Cristo después de su muerte, y lo lavaron para enterrarle, fueron su madre y otras mujeres. Después, al tercer día, fueron las primeras testigos -testigos inútiles para la ley de entonces, cosa que, por cierto, el cristianismo se encargaría de cambiar- que anunciaron su resurrección, al ir a embalsamar y limpiar el cuerpo de Cristo, a ungirlo de nuevo. Dicho esto, pregunto abiertamente, porque nadie parece haberlo pensado: ¿de verdad pensamos que esas mujeres, monjas consagradas a Cristo, no pensaron en que estaban limpiando al mismo Cristo al realizar ese servicio a la ceremonia? Pues eso es que no conocen a las monjas. Me parece muy lógico, pero es erróneo, que algunas personas juzguen con su criterio no cristiano a la Iglesia. Pero hay que darse cuenta, por lo menos, de que hay otras maneras de juzgarla: la de la Iglesia misma. Más todavía: no se entiende de otra manera. ¿Quién ha preguntado a las monjas qué les pareció su acción? Una monja sabe perfectamente, como cualquier católico, que servir no sólo no es degradante, sino que es imitar perfectamente a su Maestro y Esposo, que "no vino a ser servido, sino a servir" (Marcos 10, 45).
Comentarios
doblemente, jaja.
Muchas gracias
Muchas gracias
Muy bueno.
Somos absolutamente iletrados en materia de ceremonial religioso y sus significados más profundos. Qué grán pérdida el ver y no entender.( no ya en este caso sinó en tántos otros).
Gracias por la explicación. Brillante