Shakespeare y la amistad

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Por apartarme del tópico político un rato -aunque sé bien que también a ellos, en cuanto personas, pueden aplicarse estas líneas- voy a citar cuatro líneas de una maravilla que estoy leyendo: "Julio César", de Shakespeare.
Poco después de asesinar a César, se mantiene un diálogo entre Bruto y Casio. 
Algo de dinero es, en parte, el motivo de la discusión que llevan entre sí.
"Un amigo", dice Casio, "debiera tolerar las flaquezas de un amigo, pero Bruto aumenta la medida de las mías".
Éste le responde: "No, si tú no me haces víctima de elas".
"Tú no me aprecias", vuelve a la carga Casio.
"No aprecio tus defectos", replica Bruto.
Y al comentario de Casio "El ojo de un amigo no ve defectos", remata Bruto: "No los vería el de un adulador, aunque fuesen tan grandes como el alto Olimpo".
Shakespeare, genial: que no es lo mismo un amigo que un cómplice; que los amigos se dicen las cosas -agradables y desagradables- a solas, a la cara, en privado.

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