"Creo en Dios, y eso me permite no creer en casi ninguna otra cosa". Así decía Daniel Innerarity en La Contra de ayer. Quizás no se refiriera a lo que ahora escribiré. Tanto da. La cosa es sacar punta. Ciertamente, los creyentes tienen esta gran ventaja: tiene delimitado su campo de creencias. No hablo ahora de la creencia humana, la más habitualmente usada: "creo en ti". En fin, que no tengo por qué creer en la ciencia: sólo comprenderla, conocer sus procedimientos, y decir "esto es así" cuando es lógica y matemática; y "esto no cuadra" cuando se propasa en sus aseveraciones, cuando se extralimita, cuando propone cosas que están fuera de su campo, cuantitativo y, por eso, reduccionista. Creencias, las justas.
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