I.
Metro. Irlandeses, de Dublín, que cantan en un divertido acento "yo soy español, español, español"... Luego, cantan en un inglés incomprensible y a pleno pulmón una canción que bien podría ser de piratas o de campos de fútbol. Entiendo 2 palabras: end y of. Vale: ahora alguna más. Mola.
II.
Bajamos antes del metro. Y gracias a eso, hemos visto al Papa, que venía de no sé dónde. Gran comitiva.
III.
Metro. Irlandeses, de Dublín, que cantan en un divertido acento "yo soy español, español, español"... Luego, cantan en un inglés incomprensible y a pleno pulmón una canción que bien podría ser de piratas o de campos de fútbol. Entiendo 2 palabras: end y of. Vale: ahora alguna más. Mola.
II.
Bajamos antes del metro. Y gracias a eso, hemos visto al Papa, que venía de no sé dónde. Gran comitiva.
III.
Aunque muchos se han ido directamente a Cuatro Vientos, como nos acaban de dar los tíquets de comida, decidimos tomárnoslo con calma y pasear un poco. Visitamos la Almudena y el Palacio Real. Después, cuando ya empieza a crugir la panza, vamos a ciomer en el Hollywood Foster's. Bebida hasta que nos dé la gana. Y nos da la gana bastante. La
hamburguesa con queso es lo de menos, conque...
Salimos del restaurante y visitamos brevemente el kilometro cero en la mítica Puerta del Sol, Plaza Mayor y al metro.
IV.
Al salir del metro, hay que coger un bus... o andar 2 horas. Quizás con otra piernas, sí. Vamos al bus. Hay unas colas larguísimas, pero la gente obedece a la primera. Los policías sonríen. Nos llega el turno de subir. Un monje de hábito marrón es llevado en silla de ruedas y los autobuseros montan un espectáculo para que de suba el primero, lógicamente. Hace su aparición el espíritu español: grandes gritos y trepidación para que se vea que estamos todos en buen plan. El buen monje sube. Gran ovación. Luego los demás: ¡a la lata de sardinas!
Al salir del metro, hay que coger un bus... o andar 2 horas. Quizás con otra piernas, sí. Vamos al bus. Hay unas colas larguísimas, pero la gente obedece a la primera. Los policías sonríen. Nos llega el turno de subir. Un monje de hábito marrón es llevado en silla de ruedas y los autobuseros montan un espectáculo para que de suba el primero, lógicamente. Hace su aparición el espíritu español: grandes gritos y trepidación para que se vea que estamos todos en buen plan. El buen monje sube. Gran ovación. Luego los demás: ¡a la lata de sardinas!
Bajamos y solo queda caminar, rodeados de muchísima gente, hasta llegar a Cuatro Vientos. La gente hace gala de una hospitalidad envidiable y asombrosa. A nuestro paso, salen a la calle familias con mangueras y vasos. De un majo... Luego se añaden los que tiran agua con barreños y demás desde sus ventanas.
V.
Tweet ejemplar:
Veo a la peña d 4vientos y me parece flipante. Te recomiendo asomarte a la tele seas o no creyente. Da alegría verles cantar, bailar...
VI.
Ya estamos dentro del gran lugar: Cuatro Vientos. Lo primero de todo, conseguir la comida. Cola en la que conectamos con unas de Puerto Rico. Ya te digo. La comida, dicho sea de paso, está muy bien: si todos han tenido lo mismo, llamémosle éxito, que lo es. Ahora, queda recorrer la estepa y llegar a nuestra zona. Parecía buena: la E1. Pero acabamos con un pequeño chasco: estaba abarrotada y no había dónde desmayarse y caer inconsciente. Nos vamos a otro lugar, a esperar. Con la broma y el mover a un grupo de aquí para allá sin mucho sentido, han dado ya las 20:00.
VII.
Los speakers iban animando el cotarro. Diré con cierta malicia que rb parte debemos esta animación al peculiar inglés macarrónico de la chica. Rezamos por ella: menudo papelón le ha tocado. Será que no hay ingleses...
Aún no ha llegado el Papa. Veo a cierta distancia una escena que me remueve. Es una suposición, pero tiene toda la pinta de ser esto. Un cura está sentado en el suelo con dos jóvenes: el y ella. Por los gestos y miradas, se diría que son novios. Y que la novia le ha llevado al cura al novio, para que resuelvan entre los tres un asunto inquietante. El cura, cuarenta y largos, solo mira al joven mientras hablan. Cuando llevan un rato (yo he dejado de mirar), veo que la chica se levanta y se va. Les deja solos. Algo más tarde, el sacerdote camina hacia la gente con el chaval a su lado. Su brazo en su hombro.
VIII.
Ya ha llegado el Papa. Una explicación teológica con una pequeña dosis de humor explicaría así lo que pasó: el demonio metió el rabo, viendo que aquello iba a tener su éxito sobrenatural. Fue empezar la vela y desatarse el fin del mundo: vientos huracanados, lluvia de cuzos de punta que te partían la espalda, el Papa tapado por su paraguas, la cruz de las JMJ que se cae, y la Virgen que se tambalea. Además, no se oía nada, porque el viento estaba en contra. Un desastre, ¿no? ¡Pues ahí empezó la juerga!: nos pusimos a hacer broma, a gritar "Benedicto" y a correr por ahí. Papeles volando y nosotros, tras ellos, hacia una carpa cubierta. Allí, comentarios de lo más divertidos y sobrenaturales: "Nada, esto son cuatro gotas" o "no hay que ponerse nervioso: no depende de nosotros. Ya parará".
Volvemos al ruedo, que ha parado de llover. El Papa retoma su discurso y, contento y sonriendo y con 84 años cargados de dolores y luchas, nos agradece que nos hayamos portado tan alegremente. Dan ganas de gritarle : "Papa, que esto solo es agua. Lo de Su Santidad sí que ha sido bregar y pasarlo mal". Luego, petardos y fuegos artificiales. Sin más.
Antes de irse, para absoluto alucine de los presentes, el Papa pasa a ser (con todo mi cariño lo digo) el Abuelo. Su voz temblorosa y buena nos desea las buenas noches y descanso. ¡Ya te digo! ¡Solo le falta contarnos un cuento! La Iglesia es una familia.
IX.
Hasta ahora, parece que esté relatando un espectáculo deportivo fallido. Nada que ver con la realidad. En concreto: las carpas arriba citadas son templos improvisados con el Santísimo expuesto y gente arrodillada y ¡postrada!, adorando. Por ellas pasarán muchos durante la noche. Tal vez a confesarse, o a rezar. (¡Qué sobrecogedora, por cierto, la imagen que ofrece el Parque del Retiro. Con muchísimo acierto, y sin desviarse un milímetro del camino teológico correcto, se le ha llamado "la fiesta del perdón". No sé cuántos confesionarios -el dato corre en internet- llenos a todas horas de gente de lo más variopinta poniéndose al día con Dios, que siempre perdona).
X.
Llegados aquí, el iPhone y su batería dijeron basta. ¿Qué hace la gente en Cuatro Vientos, con y sin batería; con y sin cobertura? (Porque las redes estaban sobresaturadas... A medio buscar el lugar donde dormir me llamó un amigo por si nos íbamos a ver. No le entendí palabra y quedamos en llamarnos más tarde. No llegó ese más tarde). Lo que hace, de lo que yo pude ver con mis ojitos, es variado, como variadas son las personas. Unos, cantan. Los neos (del camino neocatecumenal) son, de lejos, los más festivos y ruidosos. Y, por el cansancio y las ganas de dormir nuestras, los más molestos: su perseverancia en el canto casi nos cuesta nuestra perseverancia en la fe. Dale que te pego con los aleluya y los tambores hasta más allá de las 2:30. Hubo quien les fue a preguntar a qué hora iban a acabar. Trajo consigo un escueto "no sé" por toda respuesta.
Otros, intentan dormir. A la música-ruido, hay que sumar la intermitente lluvia. Es lo de menos, pero todo resta.
Otros, desvelados, van a dar una vuelta, a ver el ambiente, o a intentar ver a conocidos. Hay quien, reventado, responde SMS de localización. "Muy lejos están: ya nos veremos..."
Otros hacen volteretas realmente circenses. Otros, juegan a futbol. Otros, van a rezar un rato.
Y se aclara el cielo y viene el sueño...
XI.
Seguro que más de uno, tumbado en el suelo, se ha acordado de rezar por el Papa y los allí presentes. Es lo propio.
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