Uno, por mucho que vaya cogiendo edad y experiencia, siempre aprende cosas de sus padres. Hace unos días, en una comida mi abuela nos explicaba de dónde habían salido ciertas sillas. "Un amigo suyo habló con no sé quién y...". "¿Amigo?", preguntó, con cara de "eso es mucho: yo jo llamo así a cualquiera". Y después de un breve silencio, concluyó: "¡un conocido!". A mi modo de ver, eso no quita mérito al hombre, sino que se lo da al que ha escalado al grado de amigo. A ver si aprendo yo a razonar con la cara y las cejas.
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