Que quede claro que Benedicto XVI sabe unir economía y ética, aunque no es economista. Es decir: no habla de la ética como quien no conoce cuál es el fin de la economía y los negocios. Se puede tener como finalidad que el negocio prospere y uno gane dinero (incluso mucho) y tener presentes las necesidades de los demás. Dicho de otra manera: es lícito ayudar a los demás ganando dinero. Aplicado a la economía, la caridad no consiste sólo dar sin recibir. Con todo, hay que poner bien los límites. De ahí la primera parte de la encíclica, en la que se resumen los desmanes que se cometen cuando unos se aprovechan de los otros. Es un ejercicio de equilibrio admirable. Pero posible.
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