He leído de un tirón el espectacular artículo de Gabriel Magalhâes. A propósito, quiero contar una anécdota que hará sonreír a más de uno. Me pasó hace poco menos de una semana: el sábado pasado. Fui con un sacerdote chino nacido en Singapur y recién ordenado a Sant Miquel del Fai, una agreste y preciosa zona de la Catalunya profunda. En Sant Miquel hay una iglesia construida aprovechando los entrantes de una cueva grande. Eso sucedió en el s.X. Es, por tanto, una joya. Además, en el paraje hay más cosas, que fuimos visitando: cuevas, una ermita posterior en construcción y más pequeña, etc. A la vuelta, nos paramos a rezar un poquillo en la capilla del s.X. No había Santísimo, pero poco nos importó, claro. Lo que quiero contar es que la gente que iba entrando, al vernos sentados, dedujo lo evidente: estamos haciendo algo más que reposar nuestros cansados huesos, estábamos rezando. Es algo que no hace falta explicar. Pues sucedió lo que tenía que suceder en nuestros tiempos (y todos): uno tras otro, fueron sentándose. Familias de dos o tres miembros, dos jovenzuelas (vestidas como iban), otro grupillo.... Todos se fueron sentado y, a su modo, permanecían en silencio exterior. En concreto, una de las dos chicas se levantó al cabo de un ratillo. La otra, como respuesta a su "vámonos ya", se limitó a levantar su mano y decir algo que no escuché. Un "espera, amiga, que no estoy", quizás. ¿No es bonito? Luego, al salir, lo comentamos con mi amigo sacerdote: la gente tiene sed de Dios, pero a veces no encuentra quien le hable -o actúe, que comunica más- de modo convincente. Como dice Paul Simon en su penúltimo disco: "People hungry for the voice of God hear lunatics and liars"... En fin, da que pensar.
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