Supongo que la habrán borrado ya. Estaba en Girona, en una pared inmensa, cercana a la Casa de la Cultura. Cada día pasaba por ahí, o en bus o a pie, con mis doce años a cuestas. Y veía aquella gran pintada, que me dejaba sin aliento: un estudiante con la cabeza entre las manos, parecía estar al borde del suicidio, mientras intentaba estudiar por todos los medios. Era un dibujo inmenso, y de colores lilas y oscuros... Muy llamativo. Abajo, una frase que jamás entendí... hasta que la leí bien. Estaba en catalán. Yo pasaba por ahí y leía "valorat més, no estuma nota". O sea, "valorado más, no estuma nota". Y lo de "estuma", no acababa de cuadrarme. Hasta que un día, me pare y leí, medio enfadado por mi supuesta cortez mental o falta de inteligencia. Y decía: "valora't més, no ets una nota". O sea: "valórate más, no eres una nota". Y me alegré doblemente, por entenderla y por entenderla, en otro sentido. Se acabó el jeroglífico para mí. Pero es que, además, decía una gran verdad. Una verdad que muchos adolescentes no entienden. Ni muchos padres. Y que en ocasiones entienden demasiado. Se pasa del ahogo sistemático al chaval que suspende, al desprecio total de las notas, que acaban por ser números sin valor y sin referencia al esfuerzo y al conocimiento real del alumno. Ni tanto, ni tal calvo. Lo que está claro es que, como todas las grandes verdades, hay que tenerla en cuenta y aprender cómo tomársela, sin que eso sea relativismo de ningún tipo. El justo medio... ¡Ay, Aristóteles...!
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