La educación: la botella y el fuego:

"La educación no consiste en llenar una botella, sino en encender un fuego". Eso decía William Butler Yeats, el premio Nobel de Literatura. Es un ejemplo de verdad publicitaria: suena muy bien. El fuego devorador de segunda parte de la sentencia hace que la primera parte, con su botellita, nos parezca ridícula. Además, se sugiere que el fuego quema por sí, sin control, sin límites; mientras que la botella, que uno ha de llenar, es una imposición. Es una posible manera de pensar en la frasecilla. Pero... -y siempre hay varios "peros"-, ¿qué pasa si contamos con que cada cual tiene su botella -de mayor o menos capacidad- con su forma distinta, propia y genuina? Es un adagio filosófico antiquísimo: todo lo que se recibe, se recibe según el recipiente. Dicho en hispano: cada cual oye lo que puede oír. Sigamos con el ejemplo. Además, cada botella recibe un líquido diferente. Y con cada líquido se pueden hacer cosas muy diferentes. No es lo mismo tener una garrafa de 100 litros con el elixir de la vida, que una botella de 10 centilitros con agua y barro. Digo yo. En cuanto al fuego... Es atractiva la imagen del fuego como libertad. Pero no es completa: para arder, algo ha de ser quemado. La nada no quema. Y, en principio, no es uno mismo el que se tira a las llamas. Es decir, que si quiero quemar algo, debe haberlo. No vamos a abundar más. Era cuestión de pensar la frasecilla de Yeats, y no sólo dejarse llevar. Quizás la educación se parezca más... a la mezcla de los dos: una botella con gasolina, que usamos para iniciar un incendio...

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