Leí en un diario ya hace unos días el fragmento de una entrevista a Roman Polanski, el cineasta acusado de violación en los 70. Se me ha puesto la piel de gallina. "La gente", dice," no comprende eso hoy. En aquella época, una relación sexual no significaba nada. Fue un periodo breve, entre el control del nacimiento y el sida. Hoy, el sexo es peligroso, el sida ha cambiado el mundo, habría que juzgar los hechos en el contexto de la época". Eso es todo lo que, para él, significa ahora: una relación peligrosa. Un juguete peligroso. Ha pasado de no significar nada, a ser algo peligroso. Lo más chocante, con todo, es lo que viene luego. Polanski suelta, en sus confesiones al NZZ am Sonntag, una pedorreta mental de calidad indiscutible. Muestra su preocupación por el mundo actual, que está "recayendo en el periodo anterior al Siglo de las Luces, a Voltaire". Por lo visto, es ateo, convencido, y por eso está "preocupado por el orden filosófico del estado del mundo".
No sé si se le ha ocurrido pensar que tal vez tenga que ver con la ideología que formó su manera de ver las relaciones sexuales: el materialismo deshumanizador.
No sé si se le ha ocurrido pensar que tal vez tenga que ver con la ideología que formó su manera de ver las relaciones sexuales: el materialismo deshumanizador.
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