De los hombres y los yugos

Quizás a alguien le parezca curioso que, al hablar de las relaciones interpersonales más íntimas, se hable de un yugo. La RAE lo define como "instrumento de madera al cual, formando yunta, se uncen por el
cuello las mulas, o por la cabeza o el cuello, los bueyes, y en el que va sujeta la lanza o pértigo del carro, el timón del arado, etc."

Ahora debería demostrar que sí se hace y explicar cómo y por qué. 
Los casados son llamados también cónyuges. Es la cláusula que hay que aceptar: toma el yugo de te pareja y llévalo con ella: comparte su peso y llevadlo entre los dos.
Por eso en una mala relación se dice, en cambio, que uno está subyugado: bajo el yugo del otro.
Bien, se deduce que lo que conviene es pasar del subyugamiento a la conyugalidad. Y sé que esta frase no podría encabezar con sentido este escrito. Pero ahora sí se entiende. El cristianismo lo tenía muy claro y era más atrevido aún en su exposición: una caro, en latín. Una sola carne. No sólo hay que llevar el yugo entre dos, sino que no hay dos: somos uno.
Se dirá que la teoría es bonita. Es verdad, lo es. Y ha funcionado años. Y aún va de maravilla. Y es un reto para todos. (Y no se logra de cualquier modo, añado en 2020)

Lejos de todo lo dicho, encontramos la relación interpersonal de hoy día: una relación sin yugo. Esto es, falsa. A pesar de todo, los enamorados se dicen las barbaridades de siempre: "seré siempre tuyo".
A nadie se le oirá decir: "tuyo por siempre jamás, menos los martes". (o sí, añado ahora, en 2020)
Porque del enamoramiento al amor va un paso: tomar el yugo, cargar con el otro.


Para concluir, no querría dejar de comentar que, en la relación personal con Dios, en la religión, también hay un yugo. Jesucristo dice "cargad mi yugo y aprended de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontraréis alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga, ligera".

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