Hoy celebramos (yo por lo menos lo celebro) el día de Santo Tomás de
Aquino. En su honor escribo estas líneas, algo especiales.
Al parecer, le llamaban el buey mudo, por su tamaño descomunal y su
timidez y su carácter taciturno. Me gusta recordar lo que decía sobre
esto San Alberto Magno (su maestro, santo, y patrón de las ciencias):
"Llamamos a este joven un buey mudo, pero su mugido doctrinal un día
resonará hasta los confines del mundo". No sé hasta qué punto es
cierto, pero lo merece.
Y voy a poner uno de sus textos que más me gustan. Tengo cinco razones
muy poderosas para ponerlo: las cinco que hacen que me guste. Primera:
es una oración que, como católico que soy, he rezado a menudo;
segunda: está en latín, lengua a la que llaman muerta y que a mí me
hace agradable la vida (¡qué clases!); tercera: es un poema, cosa
alucinante donde las haya (Santo Tomás era tan listo que, además de
dictar varios libros de teología de la buena a la vez, escribía
poesías); cuarta: no es una poesía cualquiera, sino que está hecha
para cantar, cosa que suelo hacer a menudo, sabedor de que quien canta
su mal espanta; y quinta: es de Santo Tomás, que tenía una cabeza muy
privilegiada, y la dedicó a los demás.
Ahí va. (La añado en castellano para los que todavía no sabéis latín.
Es la lengua del futuro, además de la del pasado).
Adóro te devóte Iatens Deitas,
Quae sub his figúris vere látitas:
Tibi se cor meurn totum súbiicit,
Quia te contémplans totum déficit.
Visus, tactus, gustus in te fállitur.
Sed audítu solo tuto créditur.
Credo, quidquid dixit Dei Fílius
Nil hoc verbo Veritátis vérius.
In cruce latébat sola Déitas,
At hic latet simul et humánitas;
Ambo tamen credens atque cónfitens,
Peto quod petívit Iatro paénitens.
Plagas, sicut Thomas, non intúeor;
Deum tamen meum te confiteor
Fac me tibi semper magis crédere,
In te spem habére, te dilígere
O memoriále mortis Dómini!
Panis vivus, vitam praestans hórnini!
Praeta meae menti de te vivere.
Et te illi sermper dulce sápere.
Pie pellicáne, Iesu Dómine,
Me immúndum munda tuo sánguine.
Cuius una stilla salvum fácere
Totum mudum quit ab omni scélere.
Iesu, quem velátum nunc aspício,
Oro fiat illud quod tam sitio;
Ut te reveláta cernens fácie,
Visu sim beátus tuae glóriae. Amen.
Traducción:
Te adoro con devoción, Dios escondido,
oculto verdaderamente bajo estas apariencias.
A Ti se somete mi corazón por completo,
y se rinde totalmente al contemplarte.
Al juzgar de Ti, se equivocan la vista, el tacto, el gusto;
pero basta el oído para creer con firmeza;
creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios:
nada es más verdadero que esta Palabra de verdad.
En la Cruz se escondía sólo la Divinidad,
pero aquí se esconde también la Humanidad;
sin embargo, creo y confieso ambas cosas,
y pido lo que pidió aquel ladrón arrepentido.
No veo las llagas como las vio Tomás
pero confieso que eres mi Dios:
haz que yo crea más y más en Ti,
que en Ti espere y que te ame.
¡Memorial de la muerte del Señor!
Pan vivo que das vida al hombre:
concede a mi alma que de Ti viva
y que siempre saboree tu dulzura.
Señor Jesús, Pelícano bueno,
límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre,
de la que una sola gota puede liberar
de todos los crímenes al mundo entero.
Jesús, a quien ahora veo oculto,
te ruego, que se cumpla lo que tanto ansío:
que al mirar tu rostro cara a cara,
sea yo feliz viendo tu gloria.
Aquino. En su honor escribo estas líneas, algo especiales.
Al parecer, le llamaban el buey mudo, por su tamaño descomunal y su
timidez y su carácter taciturno. Me gusta recordar lo que decía sobre
esto San Alberto Magno (su maestro, santo, y patrón de las ciencias):
"Llamamos a este joven un buey mudo, pero su mugido doctrinal un día
resonará hasta los confines del mundo". No sé hasta qué punto es
cierto, pero lo merece.
Y voy a poner uno de sus textos que más me gustan. Tengo cinco razones
muy poderosas para ponerlo: las cinco que hacen que me guste. Primera:
es una oración que, como católico que soy, he rezado a menudo;
segunda: está en latín, lengua a la que llaman muerta y que a mí me
hace agradable la vida (¡qué clases!); tercera: es un poema, cosa
alucinante donde las haya (Santo Tomás era tan listo que, además de
dictar varios libros de teología de la buena a la vez, escribía
poesías); cuarta: no es una poesía cualquiera, sino que está hecha
para cantar, cosa que suelo hacer a menudo, sabedor de que quien canta
su mal espanta; y quinta: es de Santo Tomás, que tenía una cabeza muy
privilegiada, y la dedicó a los demás.
Ahí va. (La añado en castellano para los que todavía no sabéis latín.
Es la lengua del futuro, además de la del pasado).
Adóro te devóte Iatens Deitas,
Quae sub his figúris vere látitas:
Tibi se cor meurn totum súbiicit,
Quia te contémplans totum déficit.
Visus, tactus, gustus in te fállitur.
Sed audítu solo tuto créditur.
Credo, quidquid dixit Dei Fílius
Nil hoc verbo Veritátis vérius.
In cruce latébat sola Déitas,
At hic latet simul et humánitas;
Ambo tamen credens atque cónfitens,
Peto quod petívit Iatro paénitens.
Plagas, sicut Thomas, non intúeor;
Deum tamen meum te confiteor
Fac me tibi semper magis crédere,
In te spem habére, te dilígere
O memoriále mortis Dómini!
Panis vivus, vitam praestans hórnini!
Praeta meae menti de te vivere.
Et te illi sermper dulce sápere.
Pie pellicáne, Iesu Dómine,
Me immúndum munda tuo sánguine.
Cuius una stilla salvum fácere
Totum mudum quit ab omni scélere.
Iesu, quem velátum nunc aspício,
Oro fiat illud quod tam sitio;
Ut te reveláta cernens fácie,
Visu sim beátus tuae glóriae. Amen.
Traducción:
Te adoro con devoción, Dios escondido,
oculto verdaderamente bajo estas apariencias.
A Ti se somete mi corazón por completo,
y se rinde totalmente al contemplarte.
Al juzgar de Ti, se equivocan la vista, el tacto, el gusto;
pero basta el oído para creer con firmeza;
creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios:
nada es más verdadero que esta Palabra de verdad.
En la Cruz se escondía sólo la Divinidad,
pero aquí se esconde también la Humanidad;
sin embargo, creo y confieso ambas cosas,
y pido lo que pidió aquel ladrón arrepentido.
No veo las llagas como las vio Tomás
pero confieso que eres mi Dios:
haz que yo crea más y más en Ti,
que en Ti espere y que te ame.
¡Memorial de la muerte del Señor!
Pan vivo que das vida al hombre:
concede a mi alma que de Ti viva
y que siempre saboree tu dulzura.
Señor Jesús, Pelícano bueno,
límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre,
de la que una sola gota puede liberar
de todos los crímenes al mundo entero.
Jesús, a quien ahora veo oculto,
te ruego, que se cumpla lo que tanto ansío:
que al mirar tu rostro cara a cara,
sea yo feliz viendo tu gloria.
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