Fidelidad, confianza, amor libre y demás hierbas

Ayer lo dijo un comentarista del fútbol-fútbol... Lleva ya 13 años
casado. Es fiel. Y se me ha ocurrido ahora, al leer el título de un
libro que contiene la palabra "fidelidad", que ese valor tan desgastado
hoy día... se las trae. Dicho llanamente: fidelidad implica fe ciega en el
otro (fides: fe. Y, de ahí, fidelidad). Toda relación de amor entre
hombres (también con Dios) implica creer en el otro y, por tanto, fiarse (de fides, otra
vez) de él. No es un padre de la Iglesia ( y tal vez eso ayude,
incluso), pero el mismo Sting lo dice -lo canta... y muy bien-: "If you
love somebody, set them free", si quieres a alguien, déjale libre. Por
desgracia, hay dos impediementos actuales a la hora de entender esta
libertad. El primero, práctico. El segundo, teórico, aunque repercute en
la vida misma. En la práctica, nuestra vida actual es de miedosos -como
decía el sociólogo Sygmund Bauman (62 años casado, dicho sea de paso) en
La Contra de ayer-, que, como reacción, tratan de controlarlo todo. Una
pareja que no deje aire al otro dura poco.
El segundo problema es teórico, de educación. La expresión "amor libre" es
tautológica. Si no es libre, no es amor. Y si es amor, es libre. Pero
unos descerebrados -que, por ley de vida, gracias a Dios están a punto
de morir ya- decidieron que "amor libre" era ir de cama en cama. Y así
nos va.
Pues bien: el amor es libre porque es atarse libremente a otro yo. Es
fiarse de que el otro piensa como tú: te prefiere a sí mismo. Es, como
dice una pintada que veo a menudo en Mira-sol, poder asegurar que "te
quiero más que a mí mismo".

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