Quiero agradecer a Xavier Antich su artículo de hoy: ¡Fuera Shakespeare!. Me ha encantado, sobre todo, el inicio: "Disculpen la confidencia, pero llevo dos semanas hartándome de Shakespeare, devorándolos a medida que los encuentro por los estantes de la biblioteca". Es una vivencia por la que hemos pasado, y cuya descripción es perfecta. Devorar. ¡Me río yo de los que los críticos llaman "obras menores de Shakespeare"! ¿Menores? ¡Ja! Una maravilla. Eso son. Shakespeare es el helado que nunca se acaba y que no empalaga. Como clásico que es, puedes leerlo muchas veces y fijarte en cosas diferentes. ¿Qué decir de sus adaptaciones? Que, si los actores respetan a Shakespeare y no a su absoluto ego, son increíbles. No pasan de moda. Además, ahí va un dato: los mejores actores actuales han representado a Shakespeare. Algunos, al cabo de los años, vuelven a ello: es una droga. Después de pasearse por la gran pantalla medio en cueros y diciendo tacos y disparando tiros a diestro y siniestro... vuelven al hogar: Shakespeare.
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