El Opus Dei no tiene nada que ver con el gremio de las verduras, aunque haya algunos fieles que sean horticultores. Tampoco con la arquitectura, a pesar de que cuente con arquitectos en sus filas. Ni siquiera con la peluquería, aun haber peluqueros en el Opus Dei. Ni -y no voy a repetir la estructura, que ya se ha entendido- con la panadería, el ámbito de los taxistas, la economía, la empresa, la pedagogía, la política, el comercio de arte o la música. El Opus Dei busca recordar al mundo -lo siento por Dan Bown- que todos los trabajos "pueden ser camino para el encuentro de los hombres con Cristo". Así de simple. Y así sencillo lo explicó también Juan Pablo II en la beatificación de San Josemaría, de la que hoy celebramos los 20 años.
Se trata de trabajar en el mundo tratando de llevar consigo a Dios. Tanto es así que a quien no tuviera una labor profesional seria no podía pertenecer a la Obra porque, decía el fundador, "le faltaría una condición indispensable: la de ser un trabajador". ¿Y en el paro, lamentablemente más habitual en nuestros días? "Buscar trabajo es ahora tu trabajo".
¿Así que se trata de eso? Pues sí. ¿Y a qué viene el Don Qujiote del título? Al Papa. Recojo ahora una cita algo larga, pero que no tiene desperdicio. Según el entonces cardenal Ratzinger, el fundador de la Obra "una y otra vez hablaba de sus «locuras»: comenzar sin ningún medio, empezar en medio de lo imposible. Parecían locuras que debía arriesgarse a hacer, y se arriesgó. En este contexto vienen a la mente aquellas palabras de su gran compatriota Miguel de Unamuno: «Sólo los locos hacen lo sensato, los sabios no hacen más que tonterías». Se atrevía a ser algo así como un Don Quijote de Dios. ¿O acaso no parece «quijotesco» enseñar, en medio del mundo de hoy, la humildad, la obediencia, la castidad, el desprendimiento de las cosas materiales,el olvido de sí?".
Pues eso: un Don Quijote de Dios.
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