Escaleras (o "la vida misma")

Para llegar a mi oficina hay que subir unas cuantas escaleras. Bueno es: fortalecen los cuádriceps, cosa que le viene de miedo a los paréntesis que tengo por piernas, y, especilamente, a mis rodillas. 
Además, las escaleras son un invento increíble y una preciosa metáfora de qué es la vida de los hombres en este valle de lágrimas...
La escalera es, entre otras cosas, una imagen de cómo hay que afrontar la vida. Conviene subir, pero no de golpe. Poco a poco. Se trata de que cada cual elija hasta dónde puede subir la pierna en un solo paso, y repetirlo las veces que sea preciso. Es la suma grande  de esrfuerzos pequeños. Y así, como por arte de magia, casi distraídamente, uno va subiendo quince o treinta metros a base de pasitos. Eso sí, continuos. Pequeños y asequibles, pero seguidos. Es la materialización, por acabar de alguna manera, de aquel castizo "sin prisa pero sin pausa". Pues eso.

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