Vale la pena -sobre todo para alumnos y profesores- leer la entrevista de Toni Merigó a Jordi Llovet de La Vanguardia. Por todo. Es un hombre que ha dedicado gran parte de su vida a la enseñanza, y que por tanto no habla sólo desde el punto de vista teórico. Discrepo en un asunto: creo que los chicos deben ser educados
primariamente en casa, luego en el colegio. Y que lo sean fuera del
aula, es cosa irremediable, y buena, si se aprovecha. La copio, por si las moscas uno no lee La Vanguardia.
Iba a decir "¡lo que daría por haber tenido profesores así!", pero los tuve, gracias a Dios. Y los agradezco.
Iba a decir "¡lo que daría por haber tenido profesores así!", pero los tuve, gracias a Dios. Y los agradezco.
(Gran bofetón, por cierto, a Guardiola, a quien coloca en su sitio, al final de la breve entrevista. Lo comparto, ya que es un bofetón inmaterial)
¿Qué falla en el sistema educativo?
El
problema empieza con la ESO, que en este país se regala, y con el
bachillerato, que prácticamente también, tanto en la pública como en la
privada, donde los padres pagan un poco con igual resultado. Los
estudiantes van pasando, tal vez no a la facultad deseada, pero sí a
otra de menor nota. Las carreras también está arruinadas, pero lo que
más falla es esa franja media. Por eso hay un abandono tan
extraordinario, por eso tanta decepción, tantos suspensos, a parte de
algunas carreras blandas, que suelen ser de letras, en que la gente va
pasando… Desolador.
¿Donde radica el problema?
No creo que
sea económico. La clave es la crisis absoluta de la autoridad del
profesor, que ya no se atreve a suspender porque los padres le
romperían la cara. Luego están los propios currículums, demasiado
especializados, con cuatro o cinco itinerarios en bachillerato, un
disparate, porque dos bastarían: letras y ciencias. Y un tercer
elemento, el más importante: los jóvenes se está educando hoy fuera de
las aulas, es decir, quien los educa es la vida extraescolar: la
pandilla, los iPods, las tecnologías, los conciertos… Equilibrar toda
la información -y la formación- que llega de ahí es difícil. Yo creo
que se deberían dar más horas lectivas y, sobre todo, prestigiar la
figura del profesor y reimplantar una cierta disciplina. Y potenciar la
educación profesional: si un chico va aprobando la ESO a duras penas,
que escoja un oficio, como ocurre en países sensatos como Alemania.
En su libro Adéu a la Universitat
criticaba las nuevas tecnologías.
Sí, porque distraen en un periodo
formativo clave. Los chicos están todo el día con el iPod, el móvil,
internet, juegos, facebook, twitter… se pasan hora entre mensajes
cortos y banalidades. En materia educativa nos perjudica. Hay una
excepción, los blogs, algunos están muy bien.
¿Una regla de oro para fomentar la lectura entre los jóvenes?
Primero, que le guste mucho al profesor, cosa que no suele ocurrir. Alguno se interesa por los estudios culturales, por lo lesbiano, lo gay, lo colonial, lo patriótico… Mire, haga ver lo bonito que es un poema de Garcilaso o de Ausiàs Marc, tampoco se líe estudiando las figuras retóricas. En resumen, primero, que al profesor le interese, segundo, una selección adecuada de lecturas.
Usted tenía una forma peculiar de dar clases…
¡Había tanta gente! Era preciso darle dinamismo, contar anécdotas, cambiar de tema, irte por las ramas… ¡un espectáculo! En estos momentos, o la clase es estimulante o no sirve para nada. Por eso hay que elegir bien a los profesores, funcionarios de por vida. No basta que hayan investigado, escrito libros. Hay que evaluar cómo dan una clase, qué dinamismo le imprimen, que estimulo generan… Todo está considerado excepto esto. A mi me gusta lo que enseño, y los chicos leen mucho, todo lo que les aconsejo, porque el entusiasmo se contagia.
Primero, que le guste mucho al profesor, cosa que no suele ocurrir. Alguno se interesa por los estudios culturales, por lo lesbiano, lo gay, lo colonial, lo patriótico… Mire, haga ver lo bonito que es un poema de Garcilaso o de Ausiàs Marc, tampoco se líe estudiando las figuras retóricas. En resumen, primero, que al profesor le interese, segundo, una selección adecuada de lecturas.
Usted tenía una forma peculiar de dar clases…
¡Había tanta gente! Era preciso darle dinamismo, contar anécdotas, cambiar de tema, irte por las ramas… ¡un espectáculo! En estos momentos, o la clase es estimulante o no sirve para nada. Por eso hay que elegir bien a los profesores, funcionarios de por vida. No basta que hayan investigado, escrito libros. Hay que evaluar cómo dan una clase, qué dinamismo le imprimen, que estimulo generan… Todo está considerado excepto esto. A mi me gusta lo que enseño, y los chicos leen mucho, todo lo que les aconsejo, porque el entusiasmo se contagia.
Guardiola es hoy el sabio más
influyente de Catalunya. ¿qué opina?
El fenómeno Guardiola es una de
las creaciones típicas del país, debido a la falta de aristocracia y de
un verdadero sentimiento religioso. Catalunya tiende a santificar
seglares. Esto empezó con Espriu, que fue el primer interesado, o
Subirachs, otro santificado y luego crucificado… Vaya, si los
crucificasen aún, porque el martirologio es muy digno, pero no, ¡santos
y todo el mundo a sus pies!: Martí i Pol, Llach… y Guardiola es el
último de la serie, algo escandaloso. Me alegro de que nos haya dado
tantas glorias a los barcelonistas, incluso que haya dado pláticas
interesantes, pero ¡que le den la medalla en el Parlament y lo
conviertan en un modelo! Eso no. Hay científicos que han hecho cosas de
gran valor, el fútbol debería ser lo último. Y el chico va por el mundo
con esa falsa modestia, se cree quien sabe qué. Para mí es un mal
ejemplo.
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