Alegorías: la Sagrada Familia

Me tomaré la licencia de que este post sea más largo de lo habitual: ayer tuve la inmensa suerte de estar una hora y cuarto en la Sagrada Familia, la segunda obra maestra de Gaudí. Quisiera compartir varias ideas que me vinieron a la cabeza al pasar tanto rato en aquella alegoría de piedra. Para ello usaré imágenes -quizás no habituales- y palabras, menos habituales aún.

1. La Sagrada Familia es la segunda obra maestra de Gaudí. La primera es, sin lugar a dudas, su propia vida. Es muy interesante -y absolutamente lógica, dada su religiosidad, de cristiano laico consecuente- la inscripción que se lee en su lápida, su epitafio: "Antonius Gaudí Cornet. Reusensis. Annos natus LXXIV, vitae exemplaris vir, eximiusque artifex, mirabilis operis hujus templi auctor, pie obiit Barcinone dit X Junii MCMXXVI, hinc cineres tanti hominis, resurrectionem mortuorum expectant. R.I.P". Traducción: "varón de vida ejemplar y artífice eximio, autor de la obra admirable de este templo, etcétera...". Importa, y mucho, el orde. Primero, hombre de vida ejemplar: constructor de su vida. Luego, con mucha ciencia y don recibido, eximio escultor. No en vano se ha empezado su proceso de beatificación, por el cual se pide a la Iglesia que ponga su vida como modelo de actuar para todos.

2. La Sagrada Familia, y el tesón con que Gaudí llevó a cabo su construcción son una preciosa metáfora de nuestra vida. Gaudí sabía perfectamente que no vería acabada en vida la Sagrada Familia. Se dedicó a ella con alma y cuerpo, hasta el punto de que dormía en un local anejo. Eso es lo mismo que ocurre en nuestra vida: jamás veremos el fruto último de nuestra vida en esta vida. Jamás sabremos el impacto positivo de nuestros esfuerzos, de nuestras acciones. No veremos nunca qué han aportado nuestras sonrisas, ni nuestra paciencia. Pero Dios, sí. En eso tenía puesta su mente Gaudí cuando respondía a quienes le metían prisa: "mi jefe no tiene prisa". Actuar con vistas a la eternidad, y con los pies en el suelo.

3. Gaudí era un visionario y un hombre, por decirlo así, con finalidades no sólo terrenales. Pero era un arquitecto, o constructor, como la copa de un pino. Ese edificio es intumbable. Las columnas que inventó -después de más de veinte siglos de historia de la arquitectura- se basan en la concepción de la naturaleza. "Mejor copiar a Dios, que no se equivoca", parece pensar Gaudí. Una lección más: no vale vivir sólo de sueños. Hay que dominar la propia materia. Lo dijo ya hace tiempo algún filósofo -tal vez Gilson-: "Las catedrales góticas están hecas por gente con fe... y con mucho conocimiento de la geometría". Lo mismo nos dice Gaudí.
4. La Sagrada Familia tiene como lugar más importante, al menos para su constructor y para los católicos mismos, el sagrario. Ahí está Dios presente. El mismo Jesús a quien Gaudí recibía devotamente. Pocos, en comparación con el número que acude a diario a la Basílica, pasan a saludarle. Pero Dios sabe esperar. Y no está inactivo. La Sagrada Familia es una gran plataforma para la actuación divina. Gentes de lo más variopintas pasan por ella cada minuto, cada hora, cada día, cada año. Dios, Señor del tiempo, aprovecha cada milésima. Fui con un amigo a visitarla, y estuvimos un rato rezando. Pasaron, durante esos minutos, persona de pieles multicolores, de ropajes inverosímiles. Pero todos con el mismo recogimiento.

5. Por cierto que el retablo recoge -en esta foto, el de la cripta- una escena que está repleta de teología de la buena, y de la sorprendente: la obediencia de Jesús a su padre putativo, a San José. Así lo dice el evangelio: "les estaba sujeto". Como para darle vueltas.


6. La Sagrada Familia está repleta de símbolos. Si no se entienden, el placer contemplativo de su belleza queda reducido a la centésima parte. Gaudí era, además de un cristiano bien formado y un buen arquitecto, una persona ingeniosa. A cada paso puedes encontrar algo simbólico: el número de las columnas, la forma de las columnas, su disposición, la luz, las inscripciones, las plantas, etc. Todo lleva de la tierra a Dios, porque se entiende que la tierra es creadad por Dios y, por eso, teofanía: manifestación de Dios. No sé cuánto de esto ven los extranjeros, pero Gaudí lo dispuso de modo que la catequesis de piedra fuera perfectamente inteligible, aunque por grados. Más entiende quien más sabe, como en la vida misma.



En resumen: que cada cual tiene que hacer de su propia vida un cappolavoro, poniendo a Dios -o, al menos, algo trascendente- en lo escondido, y haciéndolo, a la vez, presente a todos, en un trabajo muy bien elaborado, como esas paredes exteriores llenas de imágenes que meten a Dios por los ojos.

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