La insistencia sobre un tema puede ser molesta. Pero más molestas son las caras grises de quienes anuncian algo, ni que sea una máquina de cortar césped. (Y no exagero, que lo vi con mis propios ojos el otro día. Un tipo de espaldas de armario con cara de cabreo infinito, guiando una máquina de las que digo por un jardín de ensueño. Era la portada de un panfleto que vende material de jardinería. Alucinante.) No sé por qué está tan socialmente aceptado que los modelos tengan cara de ladrillo. Con lo fácil que es sonreír. O reír abiertamente. Quizás es porque quien sonríe parece feliz, "y en nuestros tiempos", dice el sabihondo y pasado de rosca, "no se puede ser feliz". Es mejor poner cara seria, de tipo que sabe por dónde pisa; de tipo seguro. Y, por cierto, no tiene nada que ver con las caras neutras del modelo clásico -me refiero al doríforo de Policleto, por ejemplo-: aquellas caras reflejaban armonía, no desasosiego y alma hueca.
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