La frasecilla del título la he visto yo —y seguro que muchos— en boca de quinceñeros, dirigida al amor de su vida... trimestral.
Y, sin embargo, la dicen sinceramente: lo sienten, como mínimo. Pero es una vez y siempre la misma frase, dicha a chicas y chicas diferentes.
¿Qué pasa?
Que querer es algo más que enamorarse.
Que enamorarse es siempre igual (el flechazo, la pasión, etc.) y querer, no.
No existe el amor a primera vista, sino el enamoramiento a primera vista.
El amor es ciego: no cuenta con lo que ve, porque poco importa, aunque importe.
Para amar hay que tenerse y darse. Y para tenerse hay que conquistarse, para lo cual conviene luchar contra mi yo menos yo.
¿Mi yo menos yo?
Ese que soy —indudablemente— pero querría no ser: un perezoso, por ejemplo. Y una vez gana mi yo más yo, ponerlo al servicio de otro que no sea yo: un tú, que será más yo para mí que yo mismo.
Así que, antes de decirle a alguien "No sé qué haría sin ti", hay que pensárselo, porque hablamos de personas, no de cuerpecillos gráciles y bellos.
No sé qué haría sin ti... ni contigo, porque no sé qué haría conmigo. Ése es el problema, con una solución ya apuntada arriba.
(Otros lo dicen en tono bromista: "Por ti, cruzaría valles de fuego. Por ti, subiría montañas heladas... Mañana, si no llueve, pasaré a buscarte". Ya, gracias, cariño...)
Añado aquí un poema muy bueno (un fragmento) de Pedro Salinas, del que salen estas ideas:
Perdóname por ir así buscándote
tan torpemente, dentro
de ti.
Perdóname el dolor, alguna vez.
Es que quiero sacar
de ti tu mejor tú.
Ese que no te viste y que yo veo,
nadador por tu fondo, preciosísimo.
Y cogerlo
y tenerlo yo en alto como tiene
el árbol la luz última
que le ha encontrado al sol.
Y entonces tú
en su busca vendrías, a lo alto.
Para llegar a él
subida sobre ti, como te quiero,
tocando ya tan sólo a tu pasado
con las puntas rosadas de tus pies,
en tensión todo el cuerpo, ya ascendiendo
de ti a ti misma.
Y que a mi amor entonces le conteste
la nueva criatura que tú eras.
Perdóname por ir así buscándote
tan torpemente, dentro
de ti.
Perdóname el dolor, alguna vez.
Es que quiero sacar
de ti tu mejor tú.
Ese que no te viste y que yo veo,
nadador por tu fondo, preciosísimo.
Y cogerlo
y tenerlo yo en alto como tiene
el árbol la luz última
que le ha encontrado al sol.
Y entonces tú
en su busca vendrías, a lo alto.
Para llegar a él
subida sobre ti, como te quiero,
tocando ya tan sólo a tu pasado
con las puntas rosadas de tus pies,
en tensión todo el cuerpo, ya ascendiendo
de ti a ti misma.
Y que a mi amor entonces le conteste
la nueva criatura que tú eras.
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