Two beer or not two beer

La cerveza es, después del agua y el té, la bebida más popular del mundo. Y, dentro de las alcóholicas, la más sencilla.
Hasta Shakespeare la citaba.
Es uno de las mejores medicinas. Muchos médicos -incluyo al mío- lo dicen: "lo que puedas arreglar con una cerveza, no lo hagas con una pastilla".
Es, según Heineken, el origen de las redes sociales. Si no, poco le falta.
El hombre cuenta entre sus derechos con el de libre reunión. Pero no es sólo eso. Es uno de sus principales deberes; una necesidad improrrogable. Hay que verse. Cuantas más redes sociales asociales -de colgar simples fotos y poner "me gusta" y comentarios chorras- más necesarias serán las cervezas, con la excusa que sea. El lenguaje popular lo expresa de miles de maneras. Una de las últimas que he oído: "Unas birras tontas". Es decir, unas cervezas sin mucha finalidad aparente. Sin ningún motivo especial. Por verse y contarse la vida de los últimos días. Y hablar de todo y de nada: de tonterías. Algo así como una liberación de lo útil.
Gracias a Dios, a nadie se le ocurre responder a una invitación cervecera con algo tan absurdo y 2.0 como: "¡qué va! Ya te enviaré un wadsap...". (La tontería tenía que suceder: en un pueblo de cuyo nombre no quiero acordarme se montaron unos cursos sobre cómo ligar en la vida real. Se acabó el ciberligón). Lo dicho. Hay que verse, y no hay cámaras que valgan.
¡Vivan las terrazas y la gente!

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