Se acaban las vacaciones, proverbial tiempo de descanso y de desestresantes lecturas, que pueden ser también provechosas. Y tan proverbial tiempo es que de Proverbios va la cosa. En julio estuve leyendo ese libro bíblico. La Biblia, ese bestseller y worstreader. (Me imagino que no existe "worstreader", pero significaría "peor leído", por ser apenas leído). El libro de los Proverbios es una maravilla. Opino que hay que leerlo poco a poco, para no atiborrarse. Así lo hice. Y tomé algunas notas, que compartiré en estos días.
Proverbios cap. 25, v. 28: "Ciudad abierta y sin muralla es el hombre que no domina su ánimo". Este es el estilo. Sencillo y directo, como una patada en la cara. Uno puede imaginarse a Gandalf mirándole fijamente a los ojos y silabeando las palabras con su voz cansada.
¿Quién no recuerda gente muy lista y preparada que pierde los papeles, así se dice, al perder el control de su ánimo?Un político que en plena rueda de prensa agrede a alguien; un futbolista que idem; un profesor que otro tanto, etc...
De todos modos, al lector del s.XXI le puede llamar la atención la comparación: casi ninguna de nuestras ciudades es cerrada y con muralla. Se pasaría a la casa: una con las puertas abiertas. Ya. ¿Y cómo se domina el ánimo? Siendo señor suyo: alguien en mí que no sea mi ánimo -mis pasiones, mis sentimientos- tiene que mandar sobre él. La respuesta clásica y mil veces repetida es: yo en mi inteligencia y voluntad. Quizás lo más útil es comenzar por reconocer las veces que perdemos ese control.
Los adolescentes tienen una especial capacidad para descubrir a las personas que son como ciudades abiertas y sin muralla. Y, como dicen ellos, se dedican a picarles, a hacerles rabiar. ¡Pobres profesores..., ahora que comienza el curso!
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