¿Rápido o bien?

Día de lluvia y de nube gris, ayer. Una pena. O una alegría, según. Por la tarde, estuve comiendo una mezcla de pipas (de calabaza y de girasol) y quicos y cacahuetes con un amigo. (A él, por ejemplo, le encanta la lluvia: "El sol dispersa; la lluvia serena y te hace pensar". Está hecho un poeta). Y mientras duraba la lluvia y la ingesta, iban y venían las ideas y el diálogo. Y era, como el poema de Miguel d'Ors que añadiré al final, sobre el tema de España, sobre la juventud y la excelencia (o el hecho de que brilla por su ausencia), y sobre los demás países, que parecen ser siempre mejores que éste.
Y me vinieron a la memoria, algo después, dos ideas: regalarle el poema citado, y un sucedido de hace unos años, que he visto casi calcado hace poco tiempo. Es éste. Durante una breve revisión de las obras que estaban llevándose a cabo en una casa, le preguntaron a un operario por cierto arreglo que corría prisa y no estaba aún hecho, por las razones que fuera. El obrero, asumiendo en su persona cierto espíritu que lamentablemente tal vez campee por nuestro país, respondió: "¿Se lo hacemos rápido o bien?". A pesar del desparpajo del amigo, están claras dos cosas: que si así trabajaba, mal vamos; y que queda claro que trabajar bien implica dedicación de tiempo (aunque no sean necesariamente contradictorias la velocidad y la excelencia). "Tómese su tiempo, amigo, pero no el mío", podría ser la respuesta, "y hágalo bien lo más rápido que pueda".



Ahí va el poema de d'Ors:

El tema de España

Y cuando ya por fin me he decidido
a apretar el gatillo
y soltarle a la Patria en pleno rostrum
esa opinión que llevo entre los dientes,
como un muelle contraído, desde los reyes godos;
cuando lo de esta vez ya es demasiado
y ya me encuentro en el apunten, fue
llega de pronto el vino del Ribeiro
o los esparraguicos de Tudela,
o llega, qué sé yo, las hayas de Tacheras,
un olor sevillano,
unas cuantas montañas, Las Meninas,
palabras de Cervantes, Machado, Garcilaso,
«un no sé qué que quedan balbuciendo»,
y el grito retrocede silenciosa-
mente, rabo entre piernas,
y en el fondo de mí la sangre se avergüenza
de haberle sido infiel a tanta España...
hasta que se presenta
la «canción española» con su olor a sobaco,
Goya con la familia de cacacarlos IV,
Pamplona venerando a San Fermín obispo
con cogorza coral
y coitos interruptos en todos los idiomas
—veneración venérea—,
nuestra invencible selección de fútbol
que una vez más regresa triunfalmente
zurrada 4 a 0, nuestros retretes públicos
(quizá nuestro más típico género literario),
nuestros transportes públicos,
nuestras mujeres ídem, tan prolíficas,
o viene miguel d'ors, sin ir más lejos,
mi alter ego manchego,
y entonces enrojezco como el Etna, ya basta,
ni hablar de seguir siendo parte de este sainete,
hasta aquí hemos llegado, se acabó
(regrese, por favor, al primer verso)

10/11-II-85

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Mejoras como el vino