Hace poco días estuve en un funeral: dignísimo, lleno de visión católica -trascendente- de la vida. No fue una ceremonia triste, a secas. Estuvo repleto de emociones encontradas, como suele suceder en esos momentos. Tristeza y pena por la ausencia; y alegría, por la fe y la esperanza, que nos recuerdan que "vita mutatur, non tollitur" (la vida cambia, no es arrebatada a secas). Así vivió el difunto, y así murió. Para los que no creen -lo he vivido varias veces- un funeral así es desconcertante.
Un tiempo después, me anunciaron que el próximo sábado -no éste- se podrá oír en el Monestir de Sant Cugat el Requiem de Mozart. Y recordé dos funerales: el que brevemente recordaba líneas arriba, tan impresionante; y la ceremonia-sin-ceremonia de Carrillo, parecido a muchos otros hoy día. Y pensé que algo había cambiado en la sociedad. La música -devota, piadosa, sencilla- llenó el funeral del padre de mi amigo. Traía, a su manera, una cierta alegría. El Requiem es una composición musical que muchos han intentado. Quizás sean ahora menos quienes se atreven, porque se ha perdido el sentido cristiano de la vida y de la muerte, que es el reverso de la moneda. "El funeral, cuanto más breve, mejor", se cree. Hay muertes edificantes, como la vida que las precede. Y una vida así, merece una música igual.
Recomiendo escuchar y -en caso de no saber mucho latín, buscar la traducción de lo que cantan- el Requiem de Mozart. Es una reflexión musical que nos viene como anillo al dedo de vez en cuando.
Un link, por si sirve: http://www.youtube.com/watch?v=sPlhKP0nZII&feature=related
(Link en que, por cierto, pueden seguirse unos comentarios desgarradores sobre si Dios existe o no. Y sobre el sentido del dolor y de la muerte. Sólo añadiría que Mozart no acabó el Requiem, porque lo compuso mientra se estaba muriendo. Quizás por eso es tan bueno.)