"Sinceramente, a la gente le impacta más que una mujer se tire por la ventana, que el hecho de que a la manifestación de una huelga acuada un millón de personas". Eso decía un tipo ayer en la radio. Espero que no fuera de los que se llaman intelectuales a sí mismos. Respondamos: por supuesto, cretino. En una huelga no muere nadie. Y tirarse por la ventana no es morir de cualquier manera. Y la causa -evitar a la desperada el hecho de quedarse sin casa por deshaucio- tampoco.
Ayer hubo huelga. Y cada vez que hay una ocurren cosas similares. Todas las huelgas cuentan con sus peculiaridades, por supuesto.
Pero hay tres matices que pueden ser comentados hoy (y en casi todas las huelgas anteriores):
(Y sé que hay gente que sufre y que aprovecha este derecho a la huelga para protestar. Y me parece bien.)
1. Las huelgas no son matemática (I). Y por eso, cuando los sindicatos dicen -y siempre (o en el 90% de las ocasiones) es la misma expresión- que "el seguimiento de la huelga ha sido masivo", no sabe uno si escuchar a los otros responder "el seguimiento ha sido mínimo", o quedarse en el "segui-miento".
2. Las huelgas no son matemática ( y II). El orden de los factores sí altera el producto. Una de las cosas que tal vez más cabree al personal -a la ciudadanía- es que algunos olvidan la diferencia que hay entre
"No puedo" o "puedo no". Es decir: "no puedo trabajar" o "puedo no trabajar". O sea, que la huelga es un derecho, no un deber. Nadie puede imponerme la huelga. Y nadie puede imponerme no hacer huelga. Y menos en la época en que estamos. Quien tenga trabajo, que trabaje.
3. La hipocresía de llamar "Piquete informativo" a los "piquetes". Es parte de lo políticamente correcto, seguro. Pero es ridículo, insultante, al menos en la mayoría de las veces. Sobre todo porque cuando aparece en las noticias la palabra "piquete informativo" se ve a los mismos empujando a gente o prohibiendo que entren a trabajar. No se les ve, entre empujón y empujón, diciendo: "¿Sabes que estás en tu derecho de hacer huelga?". Como si a estas alturas de la vida alguien no lo supiera. Eso quita de raíz la confianza en los sindicatos o en quienes monten la huelga.
Por eso, un servidor está cada vez más tentado de, cuando aparezcan las noticias de las huelga, apagar la tele y comprarse unas pipas. Total, no hay cristal...
(Ojo: es un deber ciudadano intentar arreglar la sociedad. Pero la huelga no es la única manera. Ni toda huelga es una esas maneras.)
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