Es como el diálogo de aquel simpático chiste:
-¿Qué es peor: la ignorancia o la indiferencia?
-Ni lo sé ni me importa.
Ayer oí una frase, citada al final del post, que me hizo pensar.El tema: ¿qué relación se da entre la indiferencia y la equivocación? Y llegué a la conclusión, guiado en primer lugar por la etimología, de
que son muy similares. Y que una lleva a la otra.
La in-di-ferencia es la no di-ferencia. La negación de que las cosas sean diferentes. Son dos negaciones. Sería la "ferencia": de "fero", tomar, arrastrar, llevar. Llevo las cosas (todas) como si fueran solo una (aunque no lo son).
La etimología de "equivocación" es más divertida todavía. "Aequus, -a, -um" significa igual. Y "vocare", llamar. Es decir, llamar igual (a cosas que no lo son). Ahí está el quid del asunto: como llamo igual a
cosas que no lo son, las equivoco y yerro, me equivoco.
La unión de ambos conceptos está en el poco rigor intelectual, debido tantas veces a la pereza mental. "Mira", parecen decir, "ya sé que no es lo mismo, pero me da igual". La razón de la indiferencia puede ser, por tanto, la ignorancia (de que A no es B) o la pereza (por investigar que A no es B), pero acaba convirtiéndose en una equivocación (decir A es B, que todo es A, que da igual todo).
Conclusión: la indiferencia es un error. Vale la pena el esfuerzo por separar lo que no es igual, sobre todo si uno tiene obligación de hacerlo. (Por cierto que la teoría del conocimiento separa entre la ignorancia de lo que uno debe saber y el no saber algo que no es obligatorio: "nescientia" y "ignorantia". No está mal... Eran listos, estos chicos clásicos...)
Post-Post: La cita. "Algunos hombres se empeñan inútilmente en aherrojar la voz de Dios, impidiendo su difusión con la fuerza bruta o con un arma menos ruidosa, pero quizá más cruel, porque insensibiliza
al espíritu: la indiferencia" (San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 150)
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