Tengo la impresión -y quizás sea más que eso- de que nuestros queridos jóvenes y adolescentes y niños no saben ya quiénes son en realidad Calvino y Hobbes. Es decir, qué papel tuvieron en la Europa de su tiempo. Y qué tiempo fue el suyo.
¿A qué viene esto? A mucho. Estoy leyendo una maravilla maravillosa: "Escritos de catequesis", de Santo Tomás de Aquino.
-¡Uffff, menudo ladrillo! -oigo decir al lector.
¿A qué viene esto? A mucho. Estoy leyendo una maravilla maravillosa: "Escritos de catequesis", de Santo Tomás de Aquino.
-¡Uffff, menudo ladrillo! -oigo decir al lector.
Ni mucho menos, amigo. Es otro tono el que usa, distinto del de sus grandes libros teológicos. Es claro y hasta ameno en ocasiones. Como lo oyes. Y sumamente enriquecedor, porque aunque es elevado, baja a la
vida habitual a menudo: son homilías.
En el año de la fe en que estamos, bueno es -en la medida de lo posible- conocer los entresijos de lo que creemos. Por ejemplo, para no ceder a la duda a la primera de cambio. Cuando un tipo sale en La Contra y dice que San Pablo es experto en cristología y se la inventó toda porque etcétera, etcétera. Y demás opiniones, una y mil veces rebatidas por gente con más datos.
Y vuelvo a Calvino y Hobbes. Porque en el libro que estoy leyendo, se expone -a nivel de homilía del s.XIII- el Credo. Y el bueno de Tomás de Aquino empieza a citar a quienes sostuvieron opiniones equivocadas sobre Cristo. Y un servidor, que ha estudiado un poquito, alucina con la precisión y el conocimiento. Desfilan nombres como Fotino, Sabelio y Arrio, Manes, Ebión, Valentín, Apolinar, Eutiques y Nestorio. Y Orígenes, "de quien", comenta el editor del libro, "la Iglesia condenó algunos errores en los 6000 libros que escribió". Escribe tú una página con sentido, y luego hablamos. Además, después de cada uno de ellos, el Concilio (que es gente reunida, no un ente de razón o un conjunto de sillas o piedras) que rebatía con datos esas equivocaciones que están siempre al límite, porque se trataba de gente con cabeza, y no de espantapájaros.
En fin. Conclusiones que saco:
-que vale la pena creer.
-que vale la pena estudiar las implicaciones de creer (y el estudio requiere tiempo y esfuerzo)
-que no conviene asustarse, sino conocer: no es oro todo lo que reluce.
-que contra una vida no pueden ponerse opiniones.
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