Siempre me ha parecido llamativa la expresión "tu/s viejo/s". Me provoca rechazo. Quizás en algún país se considere una manera de hablar cariñosa. A mis oídos no les gusta. Supongo que porque nos hemos acostumbrado a que la palabra "viejo" sea despectiva. Digo todo esto porque, aunque las Navidades queden algo lejos ya, todavía recuerdo una cita que tomé el día que la Iglesia dedica a la Sagrada Familia. En una lectura se leen unas palabras bíblicas que son como una campanada. Sobre todo si se tienen en cuenta las incontables comidas familiares de esos días en que frecuentemente le toca a uno escuchar tres o cuatro y hasta cinco veces la misma historia de la boca de un familiar de edad respetable. Dice el libro del Eclesiástico::
"Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones mientras vivas; aunque chochee, ten indulgencia, no lo abochornes mientras vivas. La limosna del padre no se olvidará, será tenida en cuenta para pagar tus pecados".
Como se ve, el mensaje tiene de claro lo mismo que de poco candoroso y sutil. Va directo a la acción deplorable. Ciertamente, tranquiliza el hecho de que el libro en cuestión tenga muchos siglos: el hombre es como es. El abuelo cargante lo ha sido siempre: en eso no nos aporta nada la tecnología.
Constancia y paciencia, que ellos la tuvieron antes con nosotros.
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