Ojos que no ven...


...corazón que no siente.

Así dice, con gran verdad, el proverbio. 
En realidad, todo el mundo lo tiene claro. Sólo que no nos gusta aplicarlo, salvo en ciertas cosas.
Eso mismo dice el medicamento de la foto: un antiinflamatorio parecido al Ibuprofeno. "Mantener fuera del alcance y de la vista de los niños". 
¿Por qué?
(Un "por qué" más que retórico, naturalmente. Pero es que ahí está la clave del asunto: clarísima en unas cosas, y espesa e invisible en otras)
Porque los niños no son maduros. Esto es, no son prudentes. O sea, no saben elegir bien y conscientemente todavía. Y, en lo que a este caso atañe, no saben que el enunciado "si me atrae a la vista, bueno es para comer" no es verdadero siempre. 
Eso se aprende: a base de tortazos, o de avisos de los que uno se fía. 
De todos modos, esta es sólo una rama de la problemática. La otra (u "otra", que puede haber más), es el hecho de que "nada de lo que entra en el hombre (vía vista, por ejemplo) hace malo al hombre, sino lo que sale del coraźon". Eso dice Jesús. Y no vale, lógicamente, tacharlo de idiota y pasar página. 
Ahí va un cuentecillo que lo explica. Dos monjes iban de viaje, uno mayor y maestro del otro, más joven. En su camino, encontraron un río, no muy profundo. El puente que siempre había permitido  cruzarlo estaba en muy malas condiciones, conque había que cruzar por el agua. Al llegar al lugar, una chica joven esperaba, con cara de cierta preocupación, porque no parecía verse capaz de cruzar. El monje de más edad la tomó en sus brazos y, al llegar a la otra orilla, la dejó en el suelo y, despedidos, siguió su camino con el joven aprendiz. Pasaron unos minutos y el joven monje permanecía en un silencio persistente. El maestro, que le conocía bien, le preguntó:
-¿Qué te pasa?
-Maestro, la joven aquella... La ha llevado en brazos.
-Pero yo la dejé en la otra orilla. Y tú todavía la llevas encima.
Conclusiones. Del corazón sale lo torcido, pero porque estamos un poco torcidos (y no rotos del todo, a lo Lutero). Sin embargo, el corazón puede purificarse.
Una imagen ayudará. Pasa con el corazón lo mismo que con un vaso que contiene algo de vinagre, que  agría lo que entra en él. Y, sin embargo, uno puede limpiar ese vaso, quitar ese vinagre. 
El error está en no conocer y reconocer que hay algo de vinagre, aunque nos sorprenda. Y eso es un hecho. Me viene a la cabeza la pedaleada de San Agustín en sus "Confesiones" sobre el robo de las peras que cometió en sus juventud: ¿por qué hacemos cosas malas? Da que pensar.



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