"No quiero morirme. No dejéis que me muera". Esas fueron, según los diarios, sus últimas palabras. No diré que no le juzgo, sino que puede estar equivocado mi juicio. Pero a mí me suena a desesperación, más que a dolor, a pena sin consuelo por dejar este mundo y sus bienes, que lo son.
¡Qué contrastes te ofrece la vida! Ayer mismo estuve en un funeral. Decía el difunto que iba a la muerte tranquilo, sereno. Con un cáncer que había generado todo tipo de metástasis, eso sí.
Luego está la vida que llevaron cada uno. No toca comentarlo. Aunque sí recordar La Contra de ayer, en que entrevistaron a un tipo que aseguraba que en Holanda hay ya muchos partidarios de la eutanasia activa: "no nos gusta ir sobreviviendo. Cuando esto ya no funciona, mejor morirse".
Sólo quería decir que todo esto hace pensar. "Muerte, infierno y gloria tiene el cristiano en la memoria". A mí me ha ayudado a meditar algo sobre qué vale la pena y qué no.
Decía Sócrates que la filosofía y la vida no son más que una preparación para la muerte, que viene cuando viene, y no cuando queremos.
Eso es lo que quería decir. Deberíamos tener momentos -y enseñar a los demás a tenerlos- en los que pensar en que un dìa nos iremos. Sin más equipaje que nuestros amores.
Pues eso.
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