La Ilíada (lecciones IV)


Otra impresionante lección que nos brinda La Ilíada en un párrafo poderoso. Contiene una antítesis de sensibilidades que le da una fuerza todavía mayor.

En el Canto VI, se leen las palabras que Agamenón dirige, con cierto enfado, a Menelao:
"-Menelao, ¿en qué piensas para dejarte arrastrar por tan imprudente compasión? Acuérdate de cómo se portaron en tu palacio los troyanos y verás lo insensato que sería obrar piadosamente. Que no se escape de la muerte que todos merecen ninguno de los que caigan en nuestras manos, que ni siquiera se libren los que las madres llevan en su vientre. Que perezcan todos sin encontrar sepultura ni dejar memoria".

Por una parte, la constatación de que la compasión y la piedad no gozaban de gran predicamento en el mundo griego. Dicho llanamente: no estaban de moda. Será esta una aportación cristiana, por más que el bigote de Nietzsche la denigre. Los griegos eran unos salvajes, como lo es todo hombre dejado a sus pasiones.

Por otra parte, el hecho de que, en su brutalidad, dan por hecho que las madres llevan en su vientre a alguien. Cosa que, naturalmente, magnifica su bestialidad al ordenar que sean asesinado. Algo que parecía tan innegable como eso. En nuestro siglo, cargados de ciencia, nos empeñamos en hablar de amasijo de células. O del cuerpo de la madre, como gritaba cierta diputada socialista el otro día. Si para eso nos ha servido la ciencia, mejor apaga y vámonos. Por suerte, todos sabemos que no es la ciencia la que está cargada de prejuicios materialistas. La ciencia no lo es todo.

¡Si Homero levantara la cabeza!

Comentarios