La luna y la poesía

Algunos teóricos del momento suscribirían sin dudar la afirmación que haré: nuestro siglo XXI es, por el momento, romántico de pies a cabeza.

Y ese movimiento está basado —poco o mucho— en una serie de poemas de Novalis: "Himnos a la noche", que fueron revolucionarios, por dedicarle unos versos a algo tan oscuro como la noche. Lo digo así porque es la mentalidad que había justo antes: el día, el sol, la luz. Eso, sí.

Pero Novalis se fijó —¿y quién no lo ha hecho una y mil veces después (y antes) de él?— en ese pedazo de roca que es la luna, y que da luz sin ser luminoso. No la vio, ni la miró: la contempló.
Y dejó de ser un bloque de lo que sea, para ser la luna, la amada, y demás bellezas.
Me quedo, por ahora, con un poema de Miguel d'Ors, breve y completo.
“Maldito Baudelaire, malditos Goethe y Borges
que ahora que contemplo
la luna no me dejan ver
la luna”.
La luna es mucha luna.


PS. Añado gratuitamente parte del diario de Novalis, en que habla, cómo no, de Shakespeare. Schlegel, otro escritor, filósofo, traductor, etc., romántico que luego sería archiconocido, le había enviado una primera traducción de obras del bardo inmortal. Me quedo con su último comentario:

Me levanté a las 5. Hacía muy buen tiempo. Pasó la mañana sin que yo hiciera mucho. Vino el capitán Rockenthien con su cuñada y sus hijos. Recibí una carta de Schlegel con la primera parte de las nuevas traducciones de Shakespeare. Después de comer fui a dar un paseo; luego, café; el tiempo empeoró; primero, tormenta, y luego nublado y borrascoso; muy voluptuoso; comencé a leer a Shakespeare; me entregué completamente a la lectura. Al atardecer me dirigí hacia Sophie [i.e. hacia su tumba]. Allí estuve indescriptiblemente contento; momentos relampagueantes de entusiasmo. Deshice la tumba ante mí de un soplido, como si fuera polvo. Siglos eran como momentos; se podía sentir su cercanía; yo creía constantemente que ella estaba por aparecer. Una vez que volví a casa tuve alguna emoción al conversar con ma chère. Por lo demás, estuve muy alegre todo el día. Por la tarde estuvo Niebekker. A la noche tuve aún algunas buenas ideas. Shakespeare me dio mucho que pensar.



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