La Ilíada (lecciones V): dormir

Una de las cosas buenas de los clásicos universales es que dicen verdades como puños en el momento menos pensado pero, eso sí, con extremo acierto por parte del autor. 
Son, dicho al uso futbolístico, una chilena por toda la escuadra. 
Además, no tienen por qué ser verdades arcanas, profundísimas. Basta con que sean verdades. Su sencillez no les quita importancia. 
Pues bien, aquí viene una de esas, justo en los últimos versos del Canto VII: 
"Luego se acostaron para gozar de las delicias del sueño, que repara todas las fatigas".
El realismo, ese gran ausente en la educación actual. 
El sueño repara todas las fatigas. Ahí es poco. Aunque hay algo de hiperbólico en todo ello, también es cierto que, gran parte de los problemas se curan durmiendo lo que toca. Ni más, ni menos. Eso es una arte, por supuesto.

Es, por abundar un poco y bajar al terreno concreto, uno de los problemas de los adolescentes: no duermo, (ergo) estoy cansado, (ergo) no rindo, recupero fuera de lugar, y luego por la noche... no duermo... Un círculo vicioso.
Lo mismo con los universitarios, que son algo adolescentes a veces.

"Lo consultaré con la almohada", se oía decir hace años. Por algo será.

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