Velázquez y un poco de antropología (y educación)


Ayer pude ir a visitar el Museo del Prado. No será la última vez, espero. Vimos sólo dos obras de las miles que hay. Pero ni siquiera se trata de hablar de ninguna de ellas. Una vez en casa, en la cena, nuestro guía se puso a hablar de una cuadro de Velázquez, el Pablo de Valladolid. No sé si el cuadro está en el Prado. Lo que sé es que, de tanto insistir en la sombra -"Esa sombrecilla es increíble: te cambia el cuadro"-, saqué el móvil y vimos la foto que ahora pongo. 


¿Qué le pasa a la sombra? Aquí os suelto los tecnicismos, que explican mucho mejor -qué duda cabe- los expertos
"Pablo (o Pablillos) de Valladolid, pintado en 1633, ha sido llamado a veces "el actor" por su gesto declamatorio. Es una de las más asombrosas realizaciones de la perspectiva aérea velazqueña. La figura queda sólidamente plantada sobre sus pies, que se apoyan en una superficie creada tan sólo con la luz y la sombra, pues no hay en el fondo ni la más leve referencia de geometría espacial que delimite suelo o muro."
 Dejando de lado el hecho del tecnicismo que te puede hacer queda bien ("la perspectiva aére velazqueña" sueña realmente a experto), me quedé pensando en algo un poco diferente, quizás más profundo. Las sombras y la perspectiva. 
En efecto, la sombra es lo que da la perspectiva en la vida de todo hombre. Todos tenemos nuestras partes y momentos sombríos, pero son los que, por contraste, dan perspectiva y vida e intensidad a nuestro paso por la tierra. La perfección es de Dios. Santos-santos, no los hay en la tierra. Cada cual tiene que ir corrigiéndose.

El mundo de hoy día, tan obsesionado con la perfección aparente, huye de las sombras. Así, se están generando hombres de mentira, visualmente perfectos... falsos. Inimitables. Todo sonrisa de postal... de plástico. Los hombres no somos perfectos. La sombra de Velázquez nos lo recuerda. No digo que haya que hacer el mal,  sino que lo hacemos, de hecho; y que también hacemos cosas buenas.
Dos cosas:

a. Esto trae consecuencias fatales para la educación. El profesor enseña, pero tiene una vida. Y si se busca que sea perfecto, se confunden los papeles. Pobres chicos deportistas famosos, a quienes se les intenta colgar ese papel de educadores sociales para todo el mundo. Y se pasan el día haciendo tonterías en asilos y en demás lugares, más forzados que una cosa mala. No digo que no les vaya bien. Digo que no son modelo de nada más que de cómo jugar a fútbol. Y ni eso, muchas veces. O no deberían serlo, por lo menos. Porque luego sale uno y pega en el campo, o escupe, o dice un taco (o sea, se muestra como es) y la gente se escandaliza y le hace pedir perdón en entrevistas, en directo y por escrito... Por favor...

b. Es inevitable -dada la humana condición, como se suele decir- hacer cosas malas, pero ya está la capacidad de regenerarse para esas ocasiones. Y Dios mismo, que de lo malo hace cosas buenas. Felix culpa, y demás. Por aquí lo dejamos, por hoy.

Comentarios

Ignacio Pagés Larruy ha dicho que…
Te dejo dos citas maravillosas de Luis Rosales, que, en parte, complementan el asuntillo, aunque quizás desde otro punto de vista...

«He dicho muchas veces que lo importante es vivir con profundidad. Y cuando se vive así es imposible separar la alegría de la tristeza. Van siempre unidas. Son como la sombra y el árbol. A toda alegría sucede una tristeza, aunque no sea más que por el temor a perderla», en Miguel Ángel García-Juez, «Luis Rosales: de la ilusión al desengaño», en Arriba Cultural, 12 de enero de 1978, pág. 25.

"nunca podré ser / sino tan sólo un hombre sucesivo que se escribe con sombras." (versos 649 y 650 de La casa encendida, de Luis Rosales).
Jose Quintano ha dicho que…
Tú sí que me entiendes, máquina. Filólogo tenías que ser.