Falsos amigos (cómplices)


Las grandes mentiras están en los detalles. Son pequeños detalles los que las separan de la verdad. 

Si uno quiere ir a Cáceres y aparece en Badajoz es un error fácilmente disimulable. En ese sentido es menos error que si uno quería ir a Cáceres y aparece en Nueva York. Repito el sentido en el que es mejor esto último: no se puede disimular. Te has equivocado y punto. Si apareces cerquita, siempre puedes buscar excusas. 

Pues bien, en la amistad se da este posible error grave. La complicidad. Se le atribuye a Santo Tomás la frase de que el verdadero amigo es como otro yo. Lógicamente, podría asegurarse que el que es como yo siente como yo: la empatía y la simpatía, sentir lo mismo que le otro. La amistad tiene mucho de esto. Bien. Pero no sólo. La amistad es un bien humano -de los mayores: "nadie querría vivir sin amigos", decía Aristóteles- y, como tal, debe superar lo meramente subjetivo e ir hacia lo real. 
Es decir, que la amistad es subjetiva (se da entre personas), pero su bondad tiene que ver con cierta objetividad que no depende de los sujetos amigos. "Este y yo somos amigos: sentimos siempre lo mismo". Mala pinta tiene, porque hay un campo (unos momentos, si se prefiere) en que uno tiene que ser capaz de disentir si quiere ser verdadero amigo.

"No es mi amigo quien siempre aprueba lo que hago. Para eso ya está mi sombra", decía otro personaje, no sé si famoso.
Aquí viene el porqué de la foto y de la palabra cómplice. Etimológicamente, la palabra "cómplice" tiene que ver con los pliegues, con el plegarse de algo. De hecho, sería lo que se dobla con algo. Es la partícula "co-", "col-" y "con-" o "com-", entre otras. Co-laborar, con-tribuir, com-pensar... y cóm-plice. Por tanto, es cómplice quien se dobla con el otro... cuando no debería hacerlo. Es decir, un gran defecto de la amistad, que requiere, por así decir, esa excepción: no sentir siempre como el otro si lo que está en juego es algo bueno. Esto debe enseñarse en educación: no doblarse ante el mal, sea quien sea el que lo haga. Aunque se trate de tu mejor amigo. Es más, si de veras es tu mejor amigo, por serlo, habrá que decírselo y corregirle.

La foto es de un souvenir chino o japones (oriental, vamos) que representa a una especie de animal con cuernos. La peculiaridad está en eso, precismanente: la cabeza se mueve y siempre dice que sí. Es un cómplice perfecto.

En un vídeo corto y absurdo que grabé se ve lo dicho.

¡Buena cosa tener amigos que te corrijan!

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