(ojo con el pedal)
Ayer, en un paseo vespertino por las calles de Madrid, vi muchas cosas. Una de ellas, el cartel que apenas se ve en la fotografía. Podemos bautizarlo como la antonomasia del marketing metafísico. Así de rimbombante.Es el cartel amarillo. Dice: "escoge lo bueno".
Puedo prometer y prometo (hablo a lo político) que siempre me han gustado los carteles sencillos y el marketing claro. Si vendes un jabón, dilo: "jabón bueno". Y ya está. De sobras sé que no tiene ningún presente esta manera de vender. Ya tuvo pasado y quién sabe si tiene futuro. Pero, por de pronto, ahí está "escoge lo bueno".
La metafísica del marketing o el marketing metafísico está clarísimo. El ojo sirve para ver y ve sin esfuerzo. Otra cosa ya es mirar. Lo mismo el oído, que no tiene que esforzarse para oír, aunque sí para escuchar. También ocurre con la inteligencia y la verdad. Si se presenta en condiciones adecuadas, entiende sin esfuerzo, naturalmente, ajena a nuestra voluntad. Por supuesto, uno puede condicionar su inteligencia y hasta defender,como se ha hecho, que 2 y 2 son 5. Aunque la realidad vaya por otro lado.
Pues bien, la voluntad quiere el bien, lo bueno. Instantáneamente. Cuando la inteligencia entiende algo como bueno, la voluntad lo quiere, casi irremediablemente. Por eso se dice que el bien es difusivo de suyo: se esparce sin necesidad de fuerza. Tiene el bien y la bondad un motor propio que nos atrae. (Y ojo que, aunque no abundaremos, asoma aquí la prueba de la existencia de Dios del motor inmóvil...).
Bueno, todo esto por un cartelito.
Me he propuesto llenar Barcelona, a mi vuelta, de carteles de ese estilo: "piensa lo verdadero", "haz el bien", "quiere a los demás", "sal de tus cosas". En fin...
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