Las madres lo pueden todo. Y eso sirve para lo bueno y para lo malo. Recuerdo ahora brevemente a una tal Lady Macbeth, más bruja que las brujas que aparecen al principio de esa obra maestra de Shakespeare...
Y recuerdo también -su fiesta fue ayer- a Santa Mónica. La buena madre se empeñó en que su marido -una especie de troglodita pagano más bien desbocado- se convirtiera. Y lo mismo se puso entre ceja y ceja con su hijo, de armas tomar también.
El buen San Agustín era una calamidad. Me gustaría recordar ciertos pasajes de su vida a los padres que se quejan de las fechorías de sus polluelos quinceañeros. Pero prefiero que se lean sus "Confesiones", donde él mismo explica lo que hacía, y se retracta, con total humildad, ¡siendo ya obispo! De playboy a obispo. No está mal.
En fin, quería dar ánimos a las madres desanimadas o preocupadas por sus hijos, que corren felices por el camino equivocado. "Bene curris, sed extra viam", repetimos con San Agustín: "Bien corres, pero fuera del camino".
Aunque para el día de hoy -San Agustín- me quedo con una frase suya que pude fotografíar en Toledo, hace unos días: "La medida del amor es amar sin medida". Toma ya. Y bien lo hizo. Dos cosas:
a. "Too much love will kill you", cantaba Queen. Lo que le mató a él fue otra cosa, me temo. No abundaremos. El amor no mata. Es dar recibiendo, sin querer, más.
b. La Madre Teresa también lo decía a su manera: "Dar hasta que duela". Esa es la cosa.
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