"Dos son compañía, tres son multitud".
Eso dice el proverbio.
Resulta que estoy dándole vueltas (leyendo y estudiando) a la doctrina católica sobre el matrimonio.
Y me vino a la cabeza un comentario que me hacía un amigo, profesor universitario, hace unos meses. Decía. "La Iglesia no debería meterse en las alcobas de la gente. Jesucristo no lo hizo". Es católico, vaya por delante el asunto. Y la frase fue el inicio de un diálogo constructivo a más no poder.
Algunas consideraciones y un detalle que tiene que ver con la foto que he elegido sin darme mucha cuenta.
Parece que mi amigo tenía razón. Y, en efecto, se da aquí otra vez la teoría de las capas de la verdad. Esa teoría significa que lo que a cierta profundidad de comprensión es falso, a mayor profundidad es verdadero. En el fondo, se trata de entenderse al hablar. Por ejemplo, en lo que mi amigo decía. "La Iglesia no debería meterse en las alcobas". ¿Verdadero o falso?
-Verdadero.
-¿Pues por qué se mete?
-Porque no debería meterse nadie.
-...
-Pero se ha metido todo el mundo. Y desde ese momento, al Iglesia, como madre, está autorizada -es su deber, de hecho- a entrar y dar luz y ayuda.
Es decir, que la Iglesia tiene como doctrina recta desde hace unos siglos eso mismo: que ahí no pintan nada terceros: ni segundos matrimonios, ni aventuras, ni -en otro orden de cosas- FIVETs, ni nada.
¿Las razones? Están en la fotografía que he encontrado al azar. Y digo azar porque así ha sido. Yo he buscado en google "alcoba". Y ha salido la foto. La he cogido pequeña. Pero, al ampliarla, he visto un detalle que es más que esencial: el cuadro que hay. Posiblemente, el mejor que puede escogerse para una alcoba, católica o no: un trozo de la Capilla Sixtina de Miguel Ángel. El fragmento en que el dedo de Dios toca al dedo del hombre, en su creación, y haciéndole partícipe de su poder creador. A eso mismo, en concreto, se refiere la procreación, que es pro-creación. Que mete a Dios en la alcoba. Y por eso el sexo no sólo es bueno, sino que es algo santo, sagrado: separado (de ahí viene "sagrado" en su etimología). De ahí que pueda decirse que el lecho conyugal es altar, y no debe acabar siendo catre de mancebía. Expresión fuerte, clara y decorosa a la vez que usaba San Josemaría.
En cuanto a lo de que Jesucristo no se metió, es cierto. Pero no se metió porque puso el nivel tan alto, que no le hizo falta: "quien mira a la mujer del prójimo deseándola, comete adulterio". Fue, además de a los hechos, al corazón, a la intención. No te digo ya dónde quedan según qué cosas que vemos hoy día sí día también en los periódicos.
Por acabar en positivo, diría que al final, dos no son solo compañía, sino unidad, que puede hacer venir al tercero, que ya no es multitud, sino don, regalo preciadísimo que une todavía más, pudiendo llegar a evitar el divorcio: mirad, si no, aquí, en Time.
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