La chilena Ulrike Heberlein de la Universidad de California ha publicado en Science, la prestigiosa revista científica, un estudio según el cual por lo visto los hombres y las moscas que no se aparean, se dan al alcohol. La insatisfacción sexual da paso al consumo de alcohol, dicen otros diarios.
No he leído el artículo en Science. Pero hace años que sé varias cosas, que tienen que ver:
-el hombre no es un simple animal. No es un animal sin más. Ninguno otro puede morir de hambre voluntariamente, por ejemplo. No tenemos instintos, propiamente, sino tendencias. El matiz es oportunísimo y diferenciador: los podemos saltar.
-el hombre (y la mujer, se sobreentiende) no tienen propiamente épocas de celo. Ese es un concepto animal. Los hombres hemos personalizado la sexualidad como especie: somos personas, no monos con ropa. Algunos individuos tardan más en aprenderlo.
-el placer sexual es bueno. La Iglesia dice que es santo, por más que digan que no dice: lo ha puesto ahí Dios mismo. Otra cosa es cómo se use. Mucha de esa insatisfacción tal vez venga por el modo egocéntrico de uso del sexo. Por decirlo suave y resumidamente.
-Lo mismo ocurre, en ese sentido, con el placer de comer y beber. Son cosas buenas, pero su abuso no lo es. Porque no son el bien absoluto o más alto, sino una parte. Incluso puede tener ocnsecuencias negativas para la salud. Como en el sexo.
-las personas humanas tendemos al infinito, tenemos un ansia de plenitud. El alcohol y el sexo son dos fuentes sencillas de placer instantáneo que, desenfocadas, pretenden satisfacer esa ansia. No lo logran.
Está bien que la ciencia -Science- nos explique lo que hace años que ya sabemos: que la falta de moderación es del sujeto, y no del objeto. O sea, que cuando uno es destemplado en un placer, lo suele ser en todos.
Así nos va.
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