No es el primer libro de Stefan Zweig que leo. Ni será el último,si Dios quiere. Es un maestro. Dice las cosas a modo de proclamación. Les da un toque heroico: hasta afeitarse es una gesta. ¡Y cuánto más si se trata de una biografía de Fouché, ese genio tenebroso, como le llama él mismo! (Recomiendo, ni que sea entre paréntesis, sus "Momentos estelares de la humanidad" y su biografía de Magallanes, una delicia)
Pues bien. Lo cierto es que, mientras leo el libro, tomo notas. Y no sólo una. Pero hoy me he decidido por esta yuxtapuesta, que he recortado algo. Se refiere al breve "destierro" que sufrió Fouché. Quien sepa, entienda. Ahí va:
"La riqueza permanente debilita; el aplauso constante hace insensible"
No hay mejor modo de atontar a alguien y hacer de él alguien indefenso, fácilmente vencible, que la adulación. La autocomplacencia, eso sí, puede ser provocada verbalmente, o de hecho: con dinero.
Y se puede, sin duda, extrapolar a lo general: el que no lucha es presa fácil de sus mismas pasiones, de sus errores, de la vida misma y sus dificultades. Al que no entrena, le sale panza, y le cuesta luego correr.
Así de claro.
Y así de bien lo dice él.
Venga, otra vez:
"La riqueza permanente debilita; el aplauso constante hace insensible"
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