Menuda perla escuché el otro día en la radio:
"En el siglo XXI estamos siendo sometidos a demasiada presión"
Pensé que se refería a lo económico o a algo similar. Y no, estaba hablando de la moda, de la imagen que uno da y el peso excesivo que le concedemos nosotros mismos.
La perfección, que hace unos años tenía unos parámetros, está ahora centrada en lo visual, en la aprobación ajena... de lo visible.
Es un tópico, pero no deja de ser cierto.
Por lo visto hay quienes no pueden soportar el mínimo desaire de su audiencia (que eso son los que le escuchan; antes, amigos, a secas) o de su público, ante el cual desfilan (cuando antes se limitaban a vestirse, sin disfrazarse de otra persona, de chica o chico de anuncio).
Eso quita tanta espontaneidad a la gente, que espanta pensarlo. Cuando veo a ciertas personas (tipos y tipas) de cierta edad vistiendo y caminando como si tuvieran 15... o con gafas de sol en plena tormenta... pienso que la moda influye en nosotros más de lo que pensaba. En mí mismo.
Y que es más importante potenciar en las personas lo que más importa, que —por poco que uno piense, lo verá claro— no se trata de la ropa o las gafas de sol.
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