Hace unos días me escribió un amigo y, después de hablar de lo que quería, comentamos la jugada. En un momento dado dijo que leía este blog de vez en cuando: "te leo". Seguimos hablando, nos despedimos, colgué y la vida siguió. Pero más tarde pensé en el "te leo", para sacarle algo de jugo.
Lo cierto es que no me lee a mí. Lee lo que aparece en el blog. Pero está mucho mejor dicho -por sinécdoque personificada, diría yo- eso de "te leo". Porque no es lo mismo leer algo a cuyo autor conoces. Otro amigo me lo explicaba a la inversa: "me gustaría saber cómo son tus cuentos si los lees sin conocerte". Buena cosa...
Pero no quería referirme a esto, sino a la sinécdoque, a coger la parte por el todo y llamar por el nombre del autor al texto que ha escrito. Y no pretendía tampoco quedarme en este ejemplo, sino en el que me vino a la cabeza, al rato.
Cuando una persona (jamás un animal lo dirá, sino que, como mucho, usará esos sonidos, como un loro) le dice a otra: "te amo, te quiero", está diciendo algo más que "quiero a ti". Igual que cuando uno lee lo que he escrito y me conoce, lo lee con toda mi circunstancia: lee ese texto muy enriquecido. Sabe qué palabra diría de un cierto modo, y qué cara pondría al hacer tal pregunta o tal otra. Hay algo más que lo que aparece: el autor y su biografía. Lo mismo ocurre aquí. Si uno se queda con lo que ve, no quiere, no ama. "Te quiero" es "quiero de ti hasta lo que no veo, hasta lo que haces mal (mientras lo intentes cambiar), hasta tus defectos y manías". Y tú las mías. Por eso, querer sólo un cuerpecillo, por lozano y apetecible que sea en un momento dado, es poco. Tú eres más que lo apareces. Y hasta que uno no aprender a amar de verdad, en realidad no ama.
Eso, para que me digáis "te leo"....
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