¿Qué aportan las humanidades a la persona?
Si partimos de que "humanidades" y "persona" y "aportar" son lo que son, ya podemos decir que las humanidades permiten ver (y ver mucho más) donde no hay.
Es la diferencia entre tener delante unas despreciables piedras ruinosas o contemplar a través de ellos los más exuberantes palacios o templos, fruto del entrelazarse de técnica y belleza; entre recordar palabras bonitas o libros inolvidables; entre oír un acorde llamativo, simpático, o recordar a la perfección la sinfonía teletransportadora que es la 9ª de Beethoven; entre sentir el impacto de los vivos colores de un cuadro o saber el porqué de esos colores en aquel capolavoro de Rubens.
Un mundo.
Pero un mundo no cuantificable a primera vista, no medible. No muy útil a primera vista.
Todavía hay quien se empeña en evaluar la aportación de un saber en términos crematísticos (económicos y de utilidad material).
Todavía hoy, a pesar de que también hay más voces que alertan de las bondades de la pausa, de la contemplación, de la búsqueda y encuentro con la belleza. No somos simples pedazos de carne, y quizás habría que empezar a darse cuenta de que las cosas más inútiles son, en el fondo, y muchas veces, las más útiles: las que más aportan.
Las humanidades suman en ese campo, en el que se entra con las grandes preguntas.
Me viene a la cabeza siempre el diálogo ficticio que usa F. J. Sheed en su antiguo y clásico "Sociedad y sensatez":
"Supongamos ahora que uno escribe al ministerio de educación de su propio país poco más o menos en estos términos: "Veo que ustedes se ocupan de preparar al hombre para la vida. ¿Podrían decirme qué es el hombre?" La única respuesta que posiblemente nos dieran sería: que vivimos en una democracia liberal: cada cual tiene derecho a profesar la religión o la filosofía que más le gusta y conforme a sus enseñanzas mantener sus propios puntos de vista: que el hombre es materia o espíritu, o ambas cosas a la vez, o ninguna de ellas. Eso no le interesa al Estado, que es completametne neutral, no sabe lo que es el hombre. Si se les volviera a escribir preguntando: "Veo que en cuanto Estado no saben ustedes qué es el hombre. ¿Podrían decirme para qué se vive?", la respuesta sería exactamente la misma: que eso es asunto de cada ciudadano, que el Estado es neutral y no sabe nada de eso. He llamado a esto grotesco y todavía he sido demasiado indulgente. Preparar a los hombres para la vida no sólo sin saber lo que es el hombre ni lo que es la vida, sino incluso sin dar importancia a estas cuestiones, en realidad sin habérselas planteado nunca, es la cosa más extraña que se pueda imaginar. Sin embargo, a la gente no le impresiona. El que hasta tal punto deje de extrañarles indica lo poco que se piensa en las cosas más fundamentales."
Apostar por las humanidades es ganar siempre.
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