Ojo: no se confunda nadie con el tema de hoy.
Portugal perdió 4-0 contra Alemania. Pero el fracaso al que me refiero en el título no es ese.
No pude ver todo el partido: era a las 18:00 y, aunque haya Mundial, la vida sigue... y te mete goles sin darse cuenta uno. Pero sí conecté al final, justo cuando -¡mecachis!, que dice el versallesco taco- cambiaban a Özil, el mago. Lo cierto es que casi abandono el partido ahí, pero me quedé. Y pude contemplar a Ronaldo en una de sus faltas. En dos, de hecho. (Prefiero a Beckham, sí, pero Ronaldo tampoco se limita a empujar los balones, que digamos).
Y a la primera falta que le vi chutar me quiero referir. Porque hizo la ceremonia de siempre, el bueno de Ronaldo, se concentró (le hicieron, tal vez, la foto que arriba puede verse) y chufó cuanto peor pudo. Sólo había un hombre en la barrera. Y la bola fue, rasa, a él. Rasa y floja. Una broma de falta. Un ridículo. Como para dejarlo.
Pero al cabo de un rato, Alemania cometió otra falta. Y volvió Ronaldo con sus pasos y poses. Y le dio un buen cañardo al cuero. Y Neuer tuvo que emplearse algo más para pararla. Se limitó a cambiar su trayectoria. Porque era gol.
Lo meritorio es ese insistir una y otra vez. La cuestiones de técnica son así. Y no solo las deportivas: también las musicales y demás. No en vano se les llama técnica.
El fracaso es un acicate para perfeccionar la técnica. La constancia genera la técnica, supuesta una poca habilidad. En la educación, la repetición genera hábitos: buenos, o malos; virtudes o vicios.
Espero que antes de que acaben eliminados marque un buen golazo de falta. Y que me lo dedique.
Soñar es gratis.
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