No pude ver el Brasil-México de ayer: teníamos un invitado en casa, y valía mucho la pena escucharle.
Hoy, a toro pasado, me entero de que...
a. Brasil no ha ganado
b. Un tal Memo -que así apodan al portero- lo paró todo.
He visto las repeticiones. Un buen cancerbero, sí.
Y alguna cosa se me ocurría al respecto:
1. que cancerbero, que así se escribe, viene de un mitológico perro -can- llamado Cerbero, que era un inexpugnable y descomunal perro de tres cabezas que guardaba las puertas de los infiernos. Yo siempre me he preguntado el por qué: como si alguien quisiera entrar ahí. El asunto es que la mentalidad griega no era la nuestra. La vida en el más allá se daba en el Hades. Mira, cosas que aprende uno...
2. que está bien que, de vez en cuando, el portero tenga algún tipo de vistosidad en el juego. Y no me refiero a Casillas ahora. Me gustaría -y no soy el único- que algún portero recibiera el balón de oro alguna vez. Y quizás ahora sí me refiero a él. Sobre esto, se puede sacar una leccioncita: todas las piezas de un equipo son importante. Y es importante que se dé una cierta armonía. Las grandes desigualdades hacen que un equipo necesite grandes estrellas para subsanar errores. Y se generan dependencias que no son buenas.
3. que, a pesar de lo que pueda parecer viendo jugar al tal Memo, sigue siendo verdad aquello de que la mejor defensa es un buen ataque. Es obvio que si cada vez que tenemos la bola marcamos, el portero resulta inútil. Tan obvio como irreal. El hecho real es que los equipos juegan, van y viene. Y chutan. Y no siempre mal. Y se trata de que alguien pare los goles. Que el portero sirve para no perder y para ganar. Es un equilibrio necesario. Y bueno.
En la vida real, ¿la mejor defensa es un buen ataque? Pues quizás, sí. Pero no es la única defensa. Y eso hay que tenerlo en cuenta. Porque, si no, sucede que se dan personas que, por costumbre (mala costumbre, claro está) se dedican a atacarte. Valga ver algún entrevistador. O algún alumno. O profesor. Un ataque defensivo. Mucha mala educación no es más que escudo de un corazón dolido o dolorido. Se trata del hombre-cactus: tierno por dentro, e inaccesible, gracias a sus pinchos.
En resumen: cada cosa en su sitio y no valoremos tanto la figurilla como el equipo armónico: en las organizaciones y en las personas. Carácter armónico. Estable.
Y ojo con Alemania, ya que estamos.
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